martes, 5 de noviembre de 2013

Descubriendo la religión atea en Shravanabelagola

Descubriendo la religión atea: El jainismo
Shravanabelagola


Cuando se dejan los zapatos afuera de los templos siempre dudo si de verdad se recuperarán, para mí es un acto de fe, todo el mundo lo hace y parece que nunca hay quejas al respecto. Pero cuando todos tiramos los zapatos en el mismo saco de gangoche afuera del templo jainista en Sravanabelagola, la duda se incrementó aun más.

Este era el último templo del día. Poco antes de llegar, el mismo templo nos avisó que le teníamos que pedir un último esfuerzo al cuerpo para verlo. Desde el coche veíamos cómo la edificación en la montaña se nos acercaba, y en lo más alto sobresalía una cabeza asomándose. ¿Será Guliver y esta es la Lilliput de la India? 547 escaleras después llegamos a un espacio tranquilo y casi silencioso, las personas visitando mostraban muchísimo respeto, necesitábamos ese silencio, casi nunca se logra en India.

Este es un templo de la religión jainista; religión originaria de este país que no obedece a ningún ser supremo y se concentra en llevar el alma a una consciencia divina para alcanzar la liberación. Nunca había pensado en la posibilidad de una religión atea. Algunas de las postulaciones por las que se rigen son la no violencia, la verdad, no robar, el desapego a los bienes materiales.

En la cúspide de esta montaña se encuentra el monolítico más alto del mundo, mide cerca de 18 metros. Es la figura de Gommateshvara Bahubali, se cree que este fue el primer ser humano en alcanzar la liberación de su alma a la mitad de su ciclo vida. Este es uno de los lugares más importantes del peregrinaje jainista (en India en general, sin importar la religión, es tradicional hacer peregrinaciones a lugares sagrados). Cada 12 años este monolítico es bañado en leche y otros alimentos, incluso monedas de oro como muestra de devoción.

Algunos de nosotros hicimos la puja, que es una ofrenda en el altar. Lo que para mi poca experiencia sobre las religiones ateas resulta un poco confuso. Por supuesto que en este templo tampoco pasamos desapercibidos, los indios disfrutan muchísimo del color de la piel y cabello de mis compañeros y compañeras. Así que gran parte de la visita fuimos abordados para tomarnos fotos con los visitantes.


Finalmente deshicimos el camino, 547 escaleras hacia abajo recuperamos nuestros zapatos, el saco de gangoche estaba donde lo habíamos dejado. Unas cuantas aguas de coco después y estábamos en el coche de regreso a Mysore. Fueron cerca de dos horas de viaje en medio de palmeras y un atardecer de colores como solo India sabe pintar.

Aquí dejamos los zapatos

Mis sandalias.

Camino a la cima.

Una pausa para respirar.

Pausa para foto.

Alquien quiere foto con David.

La vista es el premio.

Uno de las primeras edificaciones con las que se encuentra al subir.

Arriba.

Más arriba.

Shravanabelagola.

Momentos.

Otros visitantes. 
También se hace la siesta.

A punto de conocer a Bahubali.

Bahubali se asoma.

Bahubali.

Bahubali.

Descansando con Bahubali.

La mezcla de colores.

Puja.

Puja.

Puja.

Puja.



Puja.

Familia visitante.

Para los que no pueden subir o bajar, se ofrece el servicio.

Cualquier sitio es bueno para descansar.

Vistas desde arriba.

Los colores.

Más fans de mis compañeros.

Todos quieren fotos.

Camión con pasajeros.

El regreso.

Atardecer.


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