Eran las 3 de la madrugada
ya bien entradas y caminaba por las Ramblas hacia Plaza Catalunya en busca del
Nit Bus (bus nocturno) que me llevaría a
dormir. Iba en un grupo en donde
la mayoría éramos latinos, pero aun así el calor no se hacía presente, ni siquiera porque habíamos pasado las
últimas cinco horas bailando.
Hace unas semanas encontré
un bar en El Raval en donde ponen música en directo algunos viernes,
casi siempre ritmos latinos!
Aparte de ser un espacio de recuperación de mi salud mental a través del
baile, es un lugar en donde paso horas de horas bailando con mucho calor,
liberada de por lo menos una o dos de las capas de ropa de las que es
mandatario usar desde hace ya más de dos meses.
Desde hace tiempo que
sobre mi cuerpo cargo ese peso de más, mucha ropa, toda al mismo tiempo. Ayer mientras caminaba por las Ramblas
no sirvieron de mucho. Hasta
ahora, mi máximo periodo en temperaturas muy bajas, con nieve y todo la
parafernalia del invierno, no había pasado las tres semanas. Tres semanas poniéndome: dos leggings debajo del pantalón, dos o tres pares de medias,
dos o tres camisetas, un suéter, un abrigo de invierno y unas botas; pueden
llegar a ser divertidas, pero más de dos meses, no sé si los resistiré. En estos días tardo más en el acto
mismo de vestirme que en desayunar.
La madrugada de ayer nos
sorprendió con una lluvia muy fría en las Ramblas, aun así, como es costumbre
los fines de semana, la gente seguía ahí afuera, yo incluida. De hecho, por más que intentamos
agilizar el paso nos fue imposible, había que ir despacito, un grupo detrás del
otro. Las Ramblas están en el
medio de El Raval y El
Gótico, por lo tanto es una zona
en donde todos los que salimos por ahí nos encontramos. La diversidad cultural además es
enorme, y ahí sí que no importa la hora para verlo.
Escucho idiomas que
reconozco, pronunciaciones en idiomas que ni siquiera pensaba podían existir,
ropas de todos los tipos, algunos más intrépidos desafían al frío con su
vestuario, esos pienso son más del norte, este frío les parece de juguete. Yo me acercaba al grupo de adelante,
tratando de recibir calor humano, pero nada, sólo un leve olor a marihuana…,
bueno no era tan leve. Mis capas
de ropa empezaban a mojarse.
La chica inglesa con la
que caminaba me contaba cómo en su país casi siempre llueve y el cielo
permanece gris. Yo recuerdo las
lluvias de mi país, pero en relación al cielo gris…, el sol de la mañana falla
en pocas ocasiones le explico.
Nunca se me había hecho tan largo el pasaje de las Ramblas, el frío ya
me entraba desde la punta de los pies y eso que yo no estaba desafiando al frío
con mi vestimenta, si se me veían los ojos era solo por precaución al cruzar
las calles. Y como suele suceder
en momentos críticos, me empezó a
picar esta sección en el puro centro de la espalda que es muy difícil llegar,
con el agravante de tener que sacar las manos del bolsillo del abrigo para
intentar llegar a esa sección tan imposible de la espalda, acto vacío de
resultado, pues quién puede rascarse con siete capas de ropa puestas aunque
logre la contorsión. Comencé a respirar profundo y a distraer la mente, si dejo
de pensar en que me pica se irá la sensación, esto es una creación de mi mente,
pensaba. Pero nada, no podía dejar
de soñar con mi llegada a casa para quitarme las capas de ropa y rascarme como
se debe.
Hago una pausa en este
instante y aprovecho para confesar una cosa: tengo alergia al frío. Desde que uso tantas capas de ropa,
me da alergia en la espalda. Cuando lo descubrí lo primero que pensé es: hay
pulgas en mi casa, de hecho hasta fumigué, pero resulta que no, me da alergia
el frío. Por eso, en aquella
peregrinación a Plaza Catalunya, sintiendo el frío más frío desde que llegué me
preocupaba más de la cuenta. Ayer
no podía dejar de pensar en eso mientras la lluvia poco a poco se iba
transformando en aquello a lo que tanto he temido desde que inició el invierno:
la nieve.
Ayer nevó en
Barcelona. Cuando llegamos a la
parada del autobús la lluvia era nieve.
Algunos caminaban celebrando esa capita blanca que les caía encima, yo
no. Mientras regresaba a
casa, mi abrigo se teñía de
puntitos blancos. Qué emoción:
nieve (tono irónico de no me hizo gracia).
Hoy cuando me desperté me
di cuenta de que ayer nevó en Barcelona y me lo perdí, estaba tan preocupada
por el frío que no lo disfruté. Ya no hay nieve, pero hace mucho frío. Recordé
cuando era niña y veía películas en que los personajes caminaban por la playa
abrigados. Yo no lo entendía, por
qué usaban abrigos si en la playa hace mucho calor, mi mamá trataba de
explicármelo, pero nunca lo comprendí.
Para mí la playa era un lugar en donde hace calor y punto.
Pero ahora lo entiendo
todo, ahora lo vivo. Ayer nevó en
Barcelona, a unos cuantos pasos estaba el mar y mi abrigo se llenaba de
puntitos blancos. Caminaba con un
grupo de amigos por Las Ramblas, después de haber bailado horas y empezó a
nevar. He decidido que esta alergia
al frío es una creación de mi mente, se acabó, voy a disfrutar del invierno: ¡me voy por unos churros con
chocolate! ¡Ay Barcelona, lo que me has hecho entender!