El día que volví de mi viaje por
Italia mi compañero de piso, que es italiano, me preguntó cuál de
todas las ciudades que visité me había gustado más. Esas
preguntas son difíciles, incluso un poco tontas, es como escoger
libro favorito o película favorita, casi siempre depende del
momento, de las sensaciones y casi nunca tiene que ver con algo
racional.
Aquel día le dije: Venecia. Podía
estar influenciada porque había sido el último lugar en el que
estuve, puede ser. Recuerdo que mi compañero de piso casi se enfadó
con mi respuesta, me empezó a argumentar por qué Venecia no podía
gustarme, inmediatamente lo detuve, no me gustan los prejuicios,
cuesta tanto no caer en ellos, confieso que soy víctima de unos
cuantos y no estoy orgullosa, pero de Venecia, prefiero quedarme con
la imagen idílica.
Ahora que reflexiono, las razones por
las cuales venía tan obnubilada, quizás fue por la sensación de
estar en un lugar lleno de sorpresas, nada de lo que conocí lo había
leído o visto antes. Es más, las fotos de los canales y las
góndolas no son lo que realmente son. La idea romántica se
contrasta con el gondolero hablando por el iphone, o los extranjeros
emborrachándose en la góndola, o la basura por las calles o los
canales. Pisar Venecia la hace real, no se parece a las fotos, pero
no por eso deja de ser hermosa.
El resto de ciudades en Italia me los
suponía, es que por más bonito que sea, está lleno de lugares
comunes, que no solo están en las revistas o programas de televisión
de viajes, si no en los libros de historia, de historia del arte, de
geografía universal. Y cuando uno va, lo comprueba, es así.
Tampoco es algo malo, entendía que estaba recorriendo uno de los
territorios con mayor carga histórica occidental del mundo. Pero
por eso, casi nada era sorpresa, en cambio Venecia, en cada esquina
tenía algo nuevo, algo que no me imaginaba había pasado. Por
supuesto eso crea otras sensaciones que para mí hicieron la
diferencia. Quizás para otras personas sea distinto, es como que a
alguien le guste la carne cruda y a otra le guste bien hecha, o del
todo no le guste y sea vegetariana. En todo caso, insisto, saber
cual lugar es mi favorito, no lo sé, no me lo pregunten, pero sobre
lo que sentí estando en cada lugar, podía hablar horas.
Llegué en tren desde Verona, un viaje
de menos de una hora. Por la ventana pude ver como el agua se
empezaba a multiplicar a cada uno de los lados del tren. Una vez que
llegué a la estación, enfrente había un montón de barquitos con
rótulo de taxi. Según lo leído, un góndola podía costar hasta
100 euros por viaje, así que con aquella información decidí que lo
mejor era caminar hasta la Plaza San Marcos y de ahí encontrar mi
hostal, que quedaba muy cerca: mala decisión; de principiante.
Bajando de la estación del Tren, así se ve Venecia por primera vez. |
Estaba a media hora en teoría de
caminata para llegar a la Plaza San Marcos. Eso no lo supe hasta que
llevaba como quince minutos, caminando detrás de cientos de
visitantes, con mi mochila al hombro. Un mesero de restaurante, de
estos que están en las puertas me vio pasar y como que intuyó que
necesitaba ayuda. Así que me preguntó hacia donde iba, le expliqué
que la Plaza San Marcos, hizo cara como de 'te falta mucho, pobre'.
Y así era, me dijo, media hora más caminando. Y me dio un volante
con la información de su restaurante, te espero está noche dijo
despidiéndose. Y yo pensé:'no habrá poder humano que me haga
volver a caminar esto en la noche'. Pero, le sonreí y agradecí
mucho sus atenciones.
Así que seguí caminando, aguantando
las ganas de parar, de pagar lo que fuera para que me llevaran a mi
hostal. Pero una vez inmersa en las calles de Venecia, sin entender
bien cómo funciona el tema de los taxis acuáticos lo más
inteligente era seguir caminando. Venecia es toda peatonal, así que
íbamos muchos caminando, a veces las calles eran tan estrechas que
apenas cabía una persona de cada lado, en esos momentos se caminaba
tan lento que sentía que estaba totalmente detenida. Además llegué
un lunes festivo, con lo cual había mucha más gente de la habitual.
Mucha gente en Venecia. |
Al pasar los días en Venecia, entendí
que había otra manera de hacer esto. Hay unos buses-lanchas que te
llevan a varios puntos específicos, entre ellos desde la estación
de tren hasta la Plaza San Marcos. Cuesta unos 8 euros, luego de
semejante caminata, me quedó claro que de haber sabido, esto lo
hubiera hecho desde el principio. Por supuesto que a mi regreso tomé
la lancha-bus taxi. Caminar me encanta, pero lo de la mochila y las
largas distancias no lo tengo tan claro.
En fin, luego de casi una hora de
caminata, llegué a la Plaza San Marcos, le di varias vueltas antes
de encontrar hacia donde debía ir para encontrar el hostal. Caminé
hacia el mar, luego a la izquierda, pasé por el 'puente de los
supiros' sin saberlo, dos puentes después giré a la izquierda,
entré a un callejón oscuro, de los tan delgados que estoy segura si
los vecinos de enfrente sacan sus manos por la ventana podrían
estrechárselas. Encontré una puerta de madera, con un timbre y en
letras pequeñas anunciaba mi hostal. Me preocupé un poco la
verdad, no tenía mucha pinta de hostal, pero bueno, ya estaba ahí.
Toqué el timbre, esperé. En eso, sobre mi cabeza escucho: !Costa
Rica! No sabía cómo reaccionar a eso, subí mi cabeza, saludé y en
cuestión de 30 segundos, Alex el administrador del hostal me
recibía.
Me mostró mi habitación, la más
grande que había tenido en días, una ventana por la que podía
tocar a mis vecinos de enfrente. Unos cuadros bonitos en las
paredes, el piso de madera. Me sentía como si estuviera en casa de
un amigo en lugar de un hostal. Alex me dio indicaciones sobre
Venecia, un mapa y salí a caminar, ahora sí, a disfrutar de
Venecia, sin ningún peso, solo caminar por ahí.
Recorrí un buen tramo, al menos eso
pensaba, en eso sentí que volvía a ver el mismo paisaje, lo
comprobé y así era. Venecia me hacía dar vueltas en círculos
muchas veces. Era como un laberinto, en cada esquina pensaba me iba
a aparecer un Minotauro.
Mi vecindario. |
La noche empezó a caer. Los canales
se empezaron a iluminar, y ahora era imposible ignorar la vista que
daba el agua sobre Venecia. Ya no me importaba la realidad de las
edificaciones que me rodeaban, me gustaba más explorar lo que me
contaban los reflejos del agua, y así fue como pensé que los
impresionistas se tuvieron que inspirar en este lugar, todo es
impresionismo en Venecia.
Primeras vistas de Venecia |
Fui a cenar . Esta vez la pregunta del
mesero tuvo un matiz distinto a las de los demás meseros en Italia,
quizás más directa, me dijo, ¿por qué vino sola a una ciudad tan
romántica? A darme un homenaje, pensé sin decirlo. Tres días
después estaba segura de que así había sido.
Justo en la entrada de Venecia hay varias ofertas de transporte, negociar bien el precio. El bus-lancha cuesta alrededor de 8 euros. |
Al caer la tarde en Venecia. |
Los vecinos se quejan. |
Venecia. |
Las góndolas. |
Venecia y Dalí. |
De noche en Venecia. |
De noche las góndolas en Venecia. |