domingo, 25 de noviembre de 2012

Esto me pasa por procrastinar


Frente a mí la imagen de una niña con un sombrerito tejido de lana rosado, con la orilla de un violeta desteñido.  Sus ojos tienen la mirada fija hacia afuera,  su cabeza descansando sobre su brazo.  Ella está en el asiento de atrás de un autobús (podría no ser un autobús, eso lo completé yo).  Entre ella y yo hay tres cristales: el que protege la fotografía que observo, el del lente que capturó ese instante y el que en el mundo verdadero de la niña,  la separa a ella del exterior.  En la parte de abajo de la fotografía se ve el reflejo del vidrio del exterior, un reflejo que contiene ese exterior al que mira la niña, la imagen es un poco impresionista, caótica, quizás hay algunos disturbios...  Ella no tiene más de 7 años.  Me pensé yo a los 7 años subida en un autobús, si se hubiera reflejado algo en el vidrio de mi autobús, de ninguna manera se acercaría a ese reflejo. Esta fotografía fue tomada recientemente en Yemen.

Accidentalmente llegué a esta exposición.  Estaba tratando de completar un ensayo para la Universidad, llevaba ya unas cuatro horas trabajando, lo cual supera por mucho mi periodo promedio de atención, cuando me acordé que “debería” revisar en ese instante el programa de actividades del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, ése al que fui un domingo cualquiera en Barcelona.  Me encontré con que próximamente había una exposición de fotoperiodismo.  Como ya mi ensayo estaba relegado y me había “autorizado” a mí misma a hacer una pequeña pausa, me dediqué a “googlear” (procrastinar) a los expositores,  hasta que me encontré con que uno de ellos ya tenía en exhibición algunas de sus fotografías: “La primavera árabe”.

Barrio Santa Coloma de Gramanet
(mi cámara del móvil logró algunas imágenes)
 Una cosa me llevó a la otra y terminé viendo una conferencia del fotógrafo (las maravillas del Internet, la evasión de la responsabilidad y la procrastinación).  Hubo tres cosas que me llamaron la atención de este fotoperiodista, la primera es con cuánta pasión hablaba de su trabajo.  Explicó cómo a los 18 años tenía claro que eso era lo que tenía que hacer, a pesar del esfuerzo que puede significar dedicarse a algo tan inestable como puede ser la fotografía.  En segundo lugar explicó cómo llegó a interesarse por los países árabes y sus conflictos, lo cual inició con dos de sus amigos, uno palestino el otro israelí, que a pesar de ser tan parecidos, era imposible juntarlos en el mismo sitio. En tercer lugar,  cuando  el moderador le preguntó al fotógrafo qué le aconsejaría a los chicos en relación a la carrera a la cual dedicarse (era una conferencia para estudiantes de secundaria), él aconsejó que se dedicaran a lo que realmente quisieran hacer, que si lo que querían era tener un puesto de frutas que lo tuvieran, aunque sus padres insistieran en lo contrario,  a mí me pareció un admirable consejo.

Idem.
Convencida de darle un vistazo a este trabajo, el jueves pasado por la tarde terminé viajando hasta casi la última estación de la Línea 1 del Metro, a Santa Coloma.  ¡Qué barrio tan bonito!  Todo un descubrimiento.   Me enamoré, subí por una plaza en dirección al Centro Cultural.  Estaba llena de niños corriendo, algunos papás, algunos abuelos.   Los hermanos mayores en patineta, terracitas con mesas, callecitas de esas de piedra en las que apenas si pasaría un coche.  ¡Cómo no llevé mi cámara!    Así que antes de entrar a ver la exhibición, me perdí por las callecitas del barrio y me senté en el parque a ver la gente pasar. Tengo que volver con mi cámara y seguro que habrá entrada del blog dedicada a este barrio al que llegué por accidente.

Centro Cultural Can Sisteré
Una vez que disfruté del paisaje de Santa Coloma de Gramenet, entré al Centro Cultural Can Sisteré.  La presentación del recorrido da un breve resumen de la vida del fotoperiodista Samuel Aranda.    Desde sus 20 años se ha dedicado a viajar por el mundo para fotografiar los “grandes conflictos humanitarios”, ha trabajado para medios como El País, El Periódico de Catalunya, La Vanguardia, Le Monde, Geo y The New York  Times (actualmente trabaja con este último en un proyecto sobre los desahucios en España, hay algún adelanto en www.samuelaranda.net).

Mientras veo una de las fotografías del conflicto en Libia un niño y su madre pasan a mi lado.  El niño pregunta:  ¿y eso qué es mamá? La madre: Un colegio que lo han destrozado.  El niño: ¿Pero quién lo ha destrozado?..(Silencio.)

Muy cerca de esta imagen, hay una en que unos 8 civiles se esconden en una calle de piedra, algunos de ellos toman piedras del suelo o botellas para protegerse.  Al fondo y en avalancha se aproximan los soldados; Túnez.  Siguiendo un poco más el recorrido, un mar de túnicas blancas, de rodillas y con sus cuerpos sobre el suelo, descalzos, haciendo una reverencia para dirigir una de las oraciones del día; Egipto.  Casi inmediatamente después de esta imagen, me tropiezo con una en la que hay un tanque en medio de una plaza, la gente camina por ahí, porque es parte de su trayecto, caminan esquivando el tanque, como si fuera parte natural del paisaje, como si el tanque fuera una fuente de agua en medio de la plaza; Egipto.

Conforme me paseo por la exhibición voy descubriendo miradas de todos los tipos, las de miedo, las de expectativa, las de nostalgia, las de tristeza.  Algunas me miran directamente a través de los dos cristales que nos separan, otras me esquivan y otras me ignoran.  Sin embargo, hay algunos brillos de esperanza.  “La primavera árabe”, aunque ha sido un proceso con costos humanos muy altos, es una reacción a los regímenes totalitarios que han dominado la región, y una búsqueda de instaurar gobiernos democráticos.

Cuesta mucho pensar en qué decir ante imágenes como esta, imágenes que no son una estadística o un número en el noticiero, son imágenes con rostros reales, con miradas reales, con sentimientos reales.  Es una realidad que asusta, que conmueve, que en muchos momentos lo hace sentir a una impotente.

Camino un poco más y me detengo ante unos hombres sentados en una acera, la calle sucia, ellos heridos, cada uno tiene alguna venda, a la derecha uno de ellos coloca la venda a su compañero; Egipto.  Cruzo el pasillo y veo unos deditos entrecruzados, unos niños en la parte de atrás de un camión; Libia.  Al frente, una madre, su hija mayor y su hija menor.  Las tres protestando en la calle; casi las únicas mujeres protagonistas en estas fotografías.  La hija menor con unas medias de rayas y un cartel en el que hay dibujado un misil, la hija mayor lleva un cartel con un tiburón que muestra sus dientes; Libia

Acompañando toda esa artillería hay hombres, mujeres, jóvenes y niños.  Cada una de estas imágenes viene acompañada de un corazón que probablemente no quiere estar ahí y desea que la situación en la que viven cambie.

Finalmente llego a la fotografía que hizo a Samuel Aranda ganar el Premio World Press Photo 2011.  Una mujer vestida de negro, con una burka que la cubre absolutamente, apenas si podemos ver un poco de luz que nos indica que ahí está su nariz.  Tiene unos guantes blancos con una flor tejida en la parte que llega a la muñeca de la mano.  Se puede ver un poco de piel entre el guante y su burka.  En sus brazos sostiene a su hijo, quien está prácticamente desmayado, con gotas de sudor revueltas con sangre, con un gesto en su cara de dolor y fatiga.  La madre le sostiene el rostro con una mano y con el otro brazo lo rodea.  Esta fotografía fue capturada en un hospital durante las luchas desatadas en Yemen en contra del presidente Alí Saleh.  

Este conjunto de imágenes me transportaron a una realidad que a veces parece imposible. Pensar en cambiar el mundo o parar una guerra es difícil, muchas veces este tipo de encuentros con la realidad llenan el cuerpo de impotencia y frustración.  Pero también las pequeñas cosas son importantes, como documentar estos momentos, denunciarlos y compartirlos.

La exhibición “La primavera árabe” abrió en el Centro Cultural Can Sisteré una ventana a otra geografía, a otra realidad.  El fotógrafo en algunas de sus entrevistas se plantea como proyecto regresar a estos países para documentar la transición después de estos procesos y así dar continuidad a lo que se presentó en esta exposición.

Me fui a dormir con una sensación incómoda e inquieta, a lo mejor el niño y su madre, con quienes me encontré en la exhibición, también se fueron a dormir inquietos, sin aun poder responder a la pregunta:¿Pero quién lo ha destrozado?

2 comentarios:

  1. Ay los dilemas de plasmar la realidad... ¿cuándo es indecente, inmoral, necesario, importante, curioso, interesante? No sé si como sociedad vamos hacia adelante o hacia atrás con esta necesidad de documentarlo todo, pero es una cosa rara la que genera.

    Santa Coloma... :) no conozco... sos un peligro, llevás 2 meses y hay tanto en lo que que ya me sobrepasaste :)

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    1. Es un terreno muy delicado que se delinea por la ética del fotógrafo y del medio que publica las imágenes. Hay una responsabilidad en informar, en que los demás sepan lo que sucede, especialmente cuando se trata de situaciones que rozan la transgresión de los derechos humanos. Ahora bien, respeto, ante todo respeto a la humanidad que se fotografía. Pero quién decide que sí y que no? Cómo decidirlo? En mi cabeza hay unos "no" muy claros, pero serán los mismos "nos" de los otros?..No sé.

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