jueves, 12 de diciembre de 2013

De amaneceres, meditaciones y llegada a Chennai


Tres días estuve en el ashram de Sivananda en Trivandrum.  La mañana del cuarto día salí en taxi hacia el aeropuerto para tomar un avión a mi siguiente destino: Chennai, en el estado de Tamil Nadu, al sureste de India. Lo que nunca me imaginé fue que el congestionamiento vial fuera tal aquí que hasta las montañas llegara. No pasaron más de 15 minutos de paz después de salir del ashram, cuando nos detuvimos en una calle angosta en medio de la montaña, llena de los bocinazos y motores de los cientos de vehículos de todos los tipos.

'Problem ma'am' me dice el chofer. Inmediato vacío en la panza, leve microsegundo de pánico. Aquí nadie habla mucho inglés. No me supo explicar el 'problem', pero entendí que no podíamos pasar. Yo mantuve la calma, por dicha había previsto el típico problema 'indian style' de siempre e íbamos con una hora de más de tiempo, dato que nunca le revelé al taxista por supuesto. El taxi dio vuelta, se metió por una calle aun más angosta, empezó a preguntar direcciones, lo cual es preocupante desde mi punto de vista en un taxista, y dos horas después llegué a tiempo para tomar mi avión.

Estaba muy calmada durante el 'problem ma'am', me sorprendí positivamente. Mis días en el ashram tienen todo que ver con esto. Así como lo hice durante el mes de mi entrenamiento de yoga en Mysore, estos tres días rigieron alrededor de un horario estricto. Despertador a las 5 a.m., meditación de 6:00 a.m. a 7:30 a.m., clase de yoga de 8:00 a.m. a 10:00 a.m., desayuno de 10 a.m. a 11 a.m.. De 11 a.m. a 12 md karma yoga (ayuda en el ashram: quehaceres de orden, limpieza, cocina, etc.), de 12 md. a 12:30 p.m. preguntas y respuestas con los profesores sobre meditación, de 12:30 p.m. a 1 p.m. lo mismo pero con la clase de yoga. De 2 p.m. a 3:15 p.m. clase teórica sobre filosofía del yoga, de 4 p.m. A 6 p.m. de nuevo clase de yoga, de 6 p.m. a 7 p.m. cena y de 8 p.m. a 10 p.m. meditación y cantos. Por supuesto después de un día así no hay nada más que hacer que ir a dormir a las 10 p.m.

La experiencia en un ashram o del yoga es muy personal y cada quien la vivirá de manera distinta. Para mí el primer día fue difícil, especialmente porque creo que estaba juzgando mucho todo, pero una vez que pasé esa fase, lo disfruté, conocí gente muy bonita, pero sobretodo estuve de nuevo sola conmigo misma, en silencio, ese silencio que tanto valoro desde hace meses y al que recurro cada vez más a menudo.

Las tardes en el ashram se cubrieron de aguaceros, de esos torrenciales que bañan el Valle Central en Costa Rica todas las tardes. De nuevo la nostalgia, esa que no me deja olvidar el país del que salí hace un año y pocos meses. Recordé cuando mi profesor de yoga en Mysore nos dijo que en India cuando uno inicia un proyecto nuevo y llueve es de buena suerte.

El último día, antes de tomar el taxi a las 8 a.m., hicimos caminata de meditación a las 5:30 a.m. El día anterior mirando hacia las montañas vi en la cúspide una casita. Me pregunté cuánto se tardaría en llegar ahí y cómo se llegaría. Como si alguien me hubiera escuchado, la respuesta a mi pregunta llegó durante la caminata del último día. Fuimos a ese lugar a meditar, en la cúspide la montaña, un templo dispuesto para que el amanecer sea la mejor manera de canalizar una meditación.

En el taxi camino al aeropuerto no podía dejar de pensar en lo que vieron mis ojos. No llevé mi cámara, pero el móvil hizo algunos milagros. Eramos unas 100 personas meditando juntas, cantando y sobretodo disfrutando de ese amanecer encima de una montaña en Neyyar Dam, que para mí es incomparable con ningún otro.

Finalmente cuando llegué al aeropuerto me tomé un café con muchísimo placer, llevaba tres días sin probarlo. Abordé y una hora má estaba al otro lado del sur de India, en Tamil Nadu. En pocos minutos llegaría al aeropuerto también Sebastián, él desde Nueva Dehli, con quien iba a viajar los siguientes días por ese estado de India.
Mi cuevita durante los días de ashram.

Los zapatos afuera.

Estudiando en una de las pocas horas libres.

Entrada al templo en donde meditábamos todas las mañanas y noches.

Meditar, arriba, en el templo. 
Ganesh presente.

Uno de los mejores amaneceres que he presenciado. 
Impresionante.

Con absoluta certeza y meditando. 




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