Estamos
a punto de llegar al final de la tercera semana de entrenamiento de
yoga, nos pasamos diez o más horas al día juntos estudiando yoga,
cinco de esas horas suelen ser prácticas. Estamos agotados, pero
seguimos. La mente no quiere, el cuerpo se resiste, pero por alguna
extraña razón podemos.
El
cuerpo se mueve, los chakras y pranas junto con nuestros ligamentos y
músculos están alocados. Nuestro maestro nos ha dicho que
probablemente tendremos efectos secundarios: más apetito o menos,
otros no dormirán, otros tendrán sueño todo el día, o estarán
más sensibles, y añadió que tendremos sueños “raros”. Y
bueno, yo ya pasé por todas las etapas: llorar, no dormir, dormir,
comerme el mundo y no poder comer bocado. Los sueños también
están, hace unas noches soñé que iba en un 'bote piscina' por el
mar y una ballena orca entraba al 'bote piscina'. Mis amigos se
asustaban por la presencia de la ballena, y yo, con mucha seguridad
y autoridad le solicitaba a la ballena que saliera y la guiaba. Pero
la ballena volvía, y yo la volvía a sacar pacientemente, pero
volvía y yo la volvía a sacar y así todo el rato.
El
sábado pasado se supone que fuimos de visita a algunos sitios cerca
de Mysore, de hecho parece que recorrimos unos 300 km, que estuvimos
cerca de Tamil Nadu y que visitamos algunos templos y una reserva
natural con tigres. Digo se supone, porque todo fue tan raro, que
mientras escribo pienso que quizás fue un sueño, y en algunos
momentos incluso una pesadilla.
A
las 530 a.m. del sábado pasado se vio caminar a un entusiasmado
grupo de estudiantes de yoga en el barrio de Gokullam. Se les divisó
por última vez en ese barrio mientras se apretaban en un automóvil
de 6 que ya tenía otros 5 pasajeros. En ese grupo iba yo.
Emocionados llegamos a la estación de autobuses, de donde salió
nuestro transporte a las 630 a.m., con una ruta desconocida para la
mayoría pues con tanto yoga no habíamos tenido tiempo más que para
aceptar la propuesta de unirnos al tour.
El
autobús, que se convertiría en el verdadero destino del viaje de
ese día, era un bus normal, de esos que le pegan a uno las piernas
en el asiento de adelante, con las ventanas que se abren desde arriba
y que se siente que hay más asientos de la cuenta. El parabrisas
estaba decorado con pegatinas de figuras de dioses hindúes, quienes
velaron por nuestra seguridad todo el día, porque la de veces que
casi chocamos; es un milagro que esté aquí sentada escribiendo
esto. Pero no me voy a centrar en eso, ya conté que las calles en
India son una locura. Al principio del viaje iba en el asiento del
pasillo viendo hacia el centro de la carretera, con el corazón en la
boca cada vez que el chofer hacía alguna imprudencia, hasta que
pensé, “ me entrego, que Catalina Calvo pase por esta angustia de
ver el camino no va a detener ningún accidente”.
La
primera estación la hicimos en el templo Najangud dedicado a
Shiva. Admiramos la estatua de tamaño extravagante y
colores pastel que sobresalía en el paisaje: Shiva. Luego
caminamos entre la multitud hasta divisar al elefante y justo al
frente el templo. Nos quitamos los zapatos y entramos. Adentro no
nos dejaron tomar fotografías, pero uno de los oficiantes me
explicó: 'A Shiva
más que todo se le hacen ofrendas en agradecimiento por los éxitos
que uno tiene', entonces prácticamente me ordenó que tomara una
foto, y yo obedecí. Aproveché para darle gracias a Shiva
por el camino recorrido.
En
breve, uno de nuestros compañeros, quien forma parte del personal
de la escuela de yoga, nos apresuró para regresar al autobús.
Apenas habían pasado veinte minutos y ya debíamos irnos. Subimos
al autobús, el resto de nuestros compañeros viajeros estaba dentro,
nosotros subíamos agitadamente pues estábamos atrasando el tour.
Los demás viajantes eran habitantes de India. Este grupo de
estudiantes de yoga al que pertenecía, compuesto por colores tan
distintos a los de este país, causaba bastante sensación en el
autobús y ni qué decir en los templos.
Fuimos
a desayunar, pero también teníamos tiempo limitado: veinte minutos.
No dio tiempo de que llegara mi café cuando nos ordenaron regresar
al bus. Así que me pasé las siguientes horas sin mi dosis de
cafeína, ya se podrán imaginar el desastre emocional por el que
atravesé.
La
siguiente estación: la reserva Bandipura. Se suponía que íbamos a
ver elefantes y tigres. Pero sólo teníamos veinte minutos y lo
único permitido fue caminar por la entrada del parque. Vimos monos
y venados y rápidamente nos subieron al autobús. Luego arribamos
al templo Gopalswamybetta. Este
templo está dedicado al dios Krishna que también se le llama
Gopalswamy y fue
construido en 1315 (por supuesto durante mis veinte minutos no supe
como se llamaba el templo ni cuando fue construido, eso lo averigüé
hace unos minutos gracias a San Google).
Así
que veinte minutos después estábamos de regreso al autobús. Para
alcanzar el siguiente destino pasaron casi tres horas. Yo tenía una
sola dosa en el estomágo y no había tomado café. Eran casi las
tres de la tarde y habíamos salido de casa a las 5:30 a.m. Además,
teníamos dos semanas de hacer yoga todos los días desde las 4:30
a.m. Las horas de autobús se convertían en un reto mental y físico
a sobrevivir.
La
parte positiva del viaje fue que tuvimos tiempo suficiente para
contamos las vidas mutuamente. Llevábamos dos semanas juntos pero
siempre estábamos estudiando, practicando, durmiendo o comiendo, no
habíamos podido socializar. Así que este paseo nos ayudó a
conocernos y acompañarnos en la tortura de permanecer encerrados,
con cuerpos adoloridos, en un autobús por tantas horas.
En
la carretera pasaba de todo, lagos, montañas, vacas, choferes
imprudentes, congestiones viales, carros descompuestos y por supuesto
la obligada parada para que los niños orinaran en el campo libre.
A
las 3 de la tarde logré tomarme un café en Gunduplet,
de este sitio no tengo fotos, ni siquiera sé como se veía el
templo, tuve que invertir mis veinte minutos de visita en la fila
para usar el baño y tomarme ese café tan necesario.
Inmediatamente
después fuimos a almorzar. Fue un glorioso momento. Esta fue toda
una aventura también, porque ahora sí que nos tocó adaptarnos al
estilo indio de la comida. Primero nos dieron como plato una hoja de
plátano, lo cual ya había vivido en Costa Rica, pues en algunas
comunidades indígenas acostumbran usar estas hojas como recipiente
para la comida. Esto me parece maravilloso, no hay que lavar platos
y sobretodo no se contamina el mundo con platos plásticos.
Después
de limpiar cada uno su hoja de plátano, pasaban los meseros con
ollas llenas de manjares indios de los que ni me enteré el nombre.
Iban con mucha prisa, sacaban una gran cuchara llena de comida y
depositaban una ración en cada una de nuestras hojas. Todo con una
agilidad impresionante, recordemos además que teníamos: veinte
minutos. La mejor parte llegó cuando nos tocó comer con la mano.
Yo ya lo había intentado en Bangalore, pero es difícil. En este
caso no hubo opción, así que nos enseñamos trucos y técnicas
mutuamente: y literalmente, 'manos a la obra'. Nuestros compañeros
indios de autobús gozaron viendo a estos extranjeros entrarle a la
hoja de plátano a mano pelada. La comida estaba deliciosa y una vez
aprendida la técnica de recoger el arroz, todo fluye fácilmente.
De
nuevo al autobús, pasaron unas dos horas más. Nos dolían las
rodillas, la espalda y cada parte minúscula del cuerpo. A las doce
horas de estar en el autobús con leves paradas de veinte minutos,
entendimos que el verdadero destino del viaje era el autobús. Así
que lo único que nos quedó fue aceptarlo, ajustarnos y acomodarnos
a la situación. Risas, siestas, lágrimas, de todo en este largo
viaje en redondo de Mysore a Mysore.
La
última estación fue Chamundi Hills.
Aquí está el famoso templo en honor a la diosa Chamundeswari,
a quien se le debe la liberación de Mysore del demonio Mahishaura.
La vista del palacio de Mysore y de la ciudad en general desde aquí
es lindísima, pero honestamente no la disfruté, estaba agotada, me
prometí volver con un humor y estado físico distinto.
Cuando
empezamos a bajar hacia el centro de Mysore el autobús se detuvo
completamente. Las bocinas de los coches empezaron a multiplicarse,
la masa de vehículos era inmensa. Estábamos en medio de un
embotellamiento de dimensiones incontrolables. Ya llevábamos más
de 14 horas en el autobús así que nos bajamos, no pudimos más.
Caminamos en medio de cientos de coches, motos, autobuses, llegamos a
la acera.
Atravesamos
miles de personas. Estábamos en medio de la celebración del
Festival Dasara. Caminamos durante media hora en medio de aquello
hasta que nos subimos al autobús hacia Gokullam. Nos estrujamos
como pudimos, pero subimos todos. Las mujeres en la parte de
adelante, los hombres en la parte de atrás. Yo iba prácticamente
en las gradas de la puerta. Una hora después (normalmente se tardan
15 minutos) llegamos a nuestra pacífica burbuja: Gokullam. Ya no
podíamos más, eran las 9 de la noche. Al día siguiente no
teníamos clase, por dicha.
Camino
a casa recibí una propuesta maravillosa, comprar una cerveza en un
lugar secreto que descubrió uno de mis amigos. Aunque es un bien
bastante prohibido por estos rumbos y por el entrenamiento de yoga ni
siquiera me había pasado por la mente, en ese momento, después de
casi 15 horas de autobús sin destino, fue un oasis al que no me
resistí.
Me
llevé la cerveza a casa, pues aquí los bares no son algo común.
Inmediatamente después de beber el gran elixir en el que se
convirtió aquella bebida me dormí. El domingo me desperté a las
7:30 a.m., por primera vez en 15 días no eran las 4:30 a.m. cuando
abría los ojos. Lo primero que hice fue revisar mi cámara, lo de
la ballena tenía claro lo había soñado, pero un viaje de autobús
de 300 km con mis compañeros de yoga sin llegar a ningún sitio, en
circunstancias particulares, agotadoras, e incluso risibles, podía
haber sido verdad o una leve alucinación nocturna. Pero no, las
últimas fotografías tomadas por mi cámara comprobaban la realidad
de ese recuerdo.
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Estatua de Shiva, al lado del Templo Najangud. |
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Estatua de Shiva, al lado del Templo Najangud. |
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Templo Najangud. |
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A quitarse los zapatos para entrar al templo de Najangud. |
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Afuera del Templo Najangud. |
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Templo Najangud. |
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Templo Najangud. |
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Templo Najangud. |
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Templo Najangud. |
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Templo Najangud. |
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Dentro del templo Najangud. |
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En las afueras del templo Najangud. |
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Templo de Najangud dedicado a Shiva. |
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En las afueras del templo. Este elefante da bendiciones las peregrinas. |
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El verdadero destino del día: nuestro bus. |
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El verdadero destino del día: nuestro bus. |
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Señora quemando incienso en las afueras del templo Najangud en honor a Shiva. |
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Para desayunar nos detuvimos aquí. |
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Aquí intentamos desayunar. |
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Los dioses que resguardaron nuestro camino. (de izquierda a derecha) gracias Lakshmi, gracias Ganesha, gracias Saraswati. |
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En las afueras de la Reserva de Bandipur. |
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En las afueras de la Reserva de Bandipur. |
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Nuestros compañeros viajeros en el tour. En las afueras de la Reserva de Bandipur. |
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En las afueras de la Reserva de Bandipur. |
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En las afueras de la Reserva de Bandipur. |
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En las afueras de la Reserva de Bandipur. |
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En las afueras de la Reserva de Bandipur. |
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Camión que detuvo el tránsito un buen rato. |
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Nuestro bus durante todo el día. |
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Lavarse los pies para entrar o para salir. En templo Gopalswamybetta. |
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En templo Gopalswamybetta. |
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En templo Gopalswamybetta. |
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En templo Gopalswamybetta. |
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En templo Gopalswamybetta, peregrinos hacen fila para entrar a la 'puja' o ceremonia. |
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En templo Gopalswamybetta, peregrinos hacen fila para entrar a la 'puja' o ceremonia. |
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En templo Gopalswamybetta. |
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En el templo Gopalswamybetta. |
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Niño en templo Gopalswamybetta. |
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Mis compañeros de yoga de camino al almuerzo. |
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Ellas lo lograron más rápido. |
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Lavando las hojas de plátano para que nos sirvan la comida ahí. |
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Aquí nuestras compañeras indias se divierten viendo a mi Yishen limpiar su hoja de plátano. |
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Delicioso almuerzo. Chapati, arroz y lo demás ni idea, pero spicy de fijo! |
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Almuerzo con plato de hoja de plátano. (re) Aprendiendo a comer con la mano. |
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En algún lugar de Karnataka. |
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En algún lugar de Karanataka nos detuvimos para que los niños hicieran sus necesidades. |
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En algún lugar de Karanataka nos detuvimos para que los niños hicieran sus necesidades. Y aprovechamos para tomarnos fotos con nuestros compañeros de bus. |
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En algún lugar de Karanataka nos detuvimos para que los niños hicieran sus necesidades. Una de nuestras compañeras del paseo. |
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En el templo de Chamundeswari, él ponía la ofrenda o marca de cúrcuma en la frente de los peregrinos por la módica suma de un rupee. |
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El templo de Chamundeswari. Marca con cúrcuma para la diosa, a las mujeres se les hace una marca redonda, a los hombres una línea. |
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El templo de Chamundeswari. |
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El templo de Chamundeswari. |
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Noche de casi luna llena en el templo de Chamundeswari. |
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Mahishaura. Ese fue el demonio que tenía a Mysore bajo su poder, entonces vino la diosa Chamundiswari y liberó a Mysore. |
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El palacio de Mysore. Iluminado y lleno de gentes por el Festival Dasara. |
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En el bus de Mysore a Gokullam, éramos tantos que estábamos en la puerta. |
Qué bonito todo Catalina... Me alegro que estés tan bien y que estés disfrutando de esta experiencia tan maravillosa!!!
ResponderEliminarGracias Miriam, un abrazote!
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