viernes, 18 de octubre de 2013

300 km por Karnataka

Estamos a punto de llegar al final de la tercera semana de entrenamiento de yoga, nos pasamos diez o más horas al día juntos estudiando yoga, cinco de esas horas suelen ser prácticas. Estamos agotados, pero seguimos. La mente no quiere, el cuerpo se resiste, pero por alguna extraña razón podemos.

El cuerpo se mueve, los chakras y pranas junto con nuestros ligamentos y músculos están alocados. Nuestro maestro nos ha dicho que probablemente tendremos efectos secundarios: más apetito o menos, otros no dormirán, otros tendrán sueño todo el día, o estarán más sensibles, y añadió que tendremos sueños “raros”. Y bueno, yo ya pasé por todas las etapas: llorar, no dormir, dormir, comerme el mundo y no poder comer bocado. Los sueños también están, hace unas noches soñé que iba en un 'bote piscina' por el mar y una ballena orca entraba al 'bote piscina'. Mis amigos se asustaban por la presencia de la ballena, y yo, con mucha seguridad y autoridad le solicitaba a la ballena que saliera y la guiaba. Pero la ballena volvía, y yo la volvía a sacar pacientemente, pero volvía y yo la volvía a sacar y así todo el rato.

El sábado pasado se supone que fuimos de visita a algunos sitios cerca de Mysore, de hecho parece que recorrimos unos 300 km, que estuvimos cerca de Tamil Nadu y que visitamos algunos templos y una reserva natural con tigres. Digo se supone, porque todo fue tan raro, que mientras escribo pienso que quizás fue un sueño, y en algunos momentos incluso una pesadilla.

A las 530 a.m. del sábado pasado se vio caminar a un entusiasmado grupo de estudiantes de yoga en el barrio de Gokullam. Se les divisó por última vez en ese barrio mientras se apretaban en un automóvil de 6 que ya tenía otros 5 pasajeros. En ese grupo iba yo. Emocionados llegamos a la estación de autobuses, de donde salió nuestro transporte a las 630 a.m., con una ruta desconocida para la mayoría pues con tanto yoga no habíamos tenido tiempo más que para aceptar la propuesta de unirnos al tour.

El autobús, que se convertiría en el verdadero destino del viaje de ese día, era un bus normal, de esos que le pegan a uno las piernas en el asiento de adelante, con las ventanas que se abren desde arriba y que se siente que hay más asientos de la cuenta. El parabrisas estaba decorado con pegatinas de figuras de dioses hindúes, quienes velaron por nuestra seguridad todo el día, porque la de veces que casi chocamos; es un milagro que esté aquí sentada escribiendo esto. Pero no me voy a centrar en eso, ya conté que las calles en India son una locura. Al principio del viaje iba en el asiento del pasillo viendo hacia el centro de la carretera, con el corazón en la boca cada vez que el chofer hacía alguna imprudencia, hasta que pensé, “ me entrego, que Catalina Calvo pase por esta angustia de ver el camino no va a detener ningún accidente”.

La primera estación la hicimos en el templo Najangud dedicado a Shiva. Admiramos la estatua de tamaño extravagante y colores pastel que sobresalía en el paisaje: Shiva. Luego caminamos entre la multitud hasta divisar al elefante y justo al frente el templo. Nos quitamos los zapatos y entramos. Adentro no nos dejaron tomar fotografías, pero uno de los oficiantes me explicó: 'A Shiva más que todo se le hacen ofrendas en agradecimiento por los éxitos que uno tiene', entonces prácticamente me ordenó que tomara una foto, y yo obedecí. Aproveché para darle gracias a Shiva por el camino recorrido.

En breve, uno de nuestros compañeros, quien forma parte del personal de la escuela de yoga, nos apresuró para regresar al autobús. Apenas habían pasado veinte minutos y ya debíamos irnos. Subimos al autobús, el resto de nuestros compañeros viajeros estaba dentro, nosotros subíamos agitadamente pues estábamos atrasando el tour. Los demás viajantes eran habitantes de India. Este grupo de estudiantes de yoga al que pertenecía, compuesto por colores tan distintos a los de este país, causaba bastante sensación en el autobús y ni qué decir en los templos.

Fuimos a desayunar, pero también teníamos tiempo limitado: veinte minutos. No dio tiempo de que llegara mi café cuando nos ordenaron regresar al bus. Así que me pasé las siguientes horas sin mi dosis de cafeína, ya se podrán imaginar el desastre emocional por el que atravesé.

La siguiente estación: la reserva Bandipura. Se suponía que íbamos a ver elefantes y tigres. Pero sólo teníamos veinte minutos y lo único permitido fue caminar por la entrada del parque. Vimos monos y venados y rápidamente nos subieron al autobús. Luego arribamos al templo Gopalswamybetta. Este templo está dedicado al dios Krishna que también se le llama Gopalswamy y fue construido en 1315 (por supuesto durante mis veinte minutos no supe como se llamaba el templo ni cuando fue construido, eso lo averigüé hace unos minutos gracias a San Google).

Así que veinte minutos después estábamos de regreso al autobús. Para alcanzar el siguiente destino pasaron casi tres horas. Yo tenía una sola dosa en el estomágo y no había tomado café. Eran casi las tres de la tarde y habíamos salido de casa a las 5:30 a.m. Además, teníamos dos semanas de hacer yoga todos los días desde las 4:30 a.m. Las horas de autobús se convertían en un reto mental y físico a sobrevivir.

La parte positiva del viaje fue que tuvimos tiempo suficiente para contamos las vidas mutuamente. Llevábamos dos semanas juntos pero siempre estábamos estudiando, practicando, durmiendo o comiendo, no habíamos podido socializar. Así que este paseo nos ayudó a conocernos y acompañarnos en la tortura de permanecer encerrados, con cuerpos adoloridos, en un autobús por tantas horas.

En la carretera pasaba de todo, lagos, montañas, vacas, choferes imprudentes, congestiones viales, carros descompuestos y por supuesto la obligada parada para que los niños orinaran en el campo libre.

A las 3 de la tarde logré tomarme un café en Gunduplet, de este sitio no tengo fotos, ni siquiera sé como se veía el templo, tuve que invertir mis veinte minutos de visita en la fila para usar el baño y tomarme ese café tan necesario.

Inmediatamente después fuimos a almorzar. Fue un glorioso momento. Esta fue toda una aventura también, porque ahora sí que nos tocó adaptarnos al estilo indio de la comida. Primero nos dieron como plato una hoja de plátano, lo cual ya había vivido en Costa Rica, pues en algunas comunidades indígenas acostumbran usar estas hojas como recipiente para la comida. Esto me parece maravilloso, no hay que lavar platos y sobretodo no se contamina el mundo con platos plásticos.

Después de limpiar cada uno su hoja de plátano, pasaban los meseros con ollas llenas de manjares indios de los que ni me enteré el nombre. Iban con mucha prisa, sacaban una gran cuchara llena de comida y depositaban una ración en cada una de nuestras hojas. Todo con una agilidad impresionante, recordemos además que teníamos: veinte minutos. La mejor parte llegó cuando nos tocó comer con la mano. Yo ya lo había intentado en Bangalore, pero es difícil. En este caso no hubo opción, así que nos enseñamos trucos y técnicas mutuamente: y literalmente, 'manos a la obra'. Nuestros compañeros indios de autobús gozaron viendo a estos extranjeros entrarle a la hoja de plátano a mano pelada. La comida estaba deliciosa y una vez aprendida la técnica de recoger el arroz, todo fluye fácilmente.

De nuevo al autobús, pasaron unas dos horas más. Nos dolían las rodillas, la espalda y cada parte minúscula del cuerpo. A las doce horas de estar en el autobús con leves paradas de veinte minutos, entendimos que el verdadero destino del viaje era el autobús. Así que lo único que nos quedó fue aceptarlo, ajustarnos y acomodarnos a la situación. Risas, siestas, lágrimas, de todo en este largo viaje en redondo de Mysore a Mysore.

La última estación fue Chamundi Hills. Aquí está el famoso templo en honor a la diosa Chamundeswari, a quien se le debe la liberación de Mysore del demonio Mahishaura. La vista del palacio de Mysore y de la ciudad en general desde aquí es lindísima, pero honestamente no la disfruté, estaba agotada, me prometí volver con un humor y estado físico distinto.

Cuando empezamos a bajar hacia el centro de Mysore el autobús se detuvo completamente. Las bocinas de los coches empezaron a multiplicarse, la masa de vehículos era inmensa. Estábamos en medio de un embotellamiento de dimensiones incontrolables. Ya llevábamos más de 14 horas en el autobús así que nos bajamos, no pudimos más. Caminamos en medio de cientos de coches, motos, autobuses, llegamos a la acera.

Atravesamos miles de personas. Estábamos en medio de la celebración del Festival Dasara. Caminamos durante media hora en medio de aquello hasta que nos subimos al autobús hacia Gokullam. Nos estrujamos como pudimos, pero subimos todos. Las mujeres en la parte de adelante, los hombres en la parte de atrás. Yo iba prácticamente en las gradas de la puerta. Una hora después (normalmente se tardan 15 minutos) llegamos a nuestra pacífica burbuja: Gokullam. Ya no podíamos más, eran las 9 de la noche. Al día siguiente no teníamos clase, por dicha.

Camino a casa recibí una propuesta maravillosa, comprar una cerveza en un lugar secreto que descubrió uno de mis amigos. Aunque es un bien bastante prohibido por estos rumbos y por el entrenamiento de yoga ni siquiera me había pasado por la mente, en ese momento, después de casi 15 horas de autobús sin destino, fue un oasis al que no me resistí.


Me llevé la cerveza a casa, pues aquí los bares no son algo común. Inmediatamente después de beber el gran elixir en el que se convirtió aquella bebida me dormí. El domingo me desperté a las 7:30 a.m., por primera vez en 15 días no eran las 4:30 a.m. cuando abría los ojos. Lo primero que hice fue revisar mi cámara, lo de la ballena tenía claro lo había soñado, pero un viaje de autobús de 300 km con mis compañeros de yoga sin llegar a ningún sitio, en circunstancias particulares, agotadoras, e incluso risibles, podía haber sido verdad o una leve alucinación nocturna. Pero no, las últimas fotografías tomadas por mi cámara comprobaban la realidad de ese recuerdo. 


Estatua de Shiva, al lado del Templo Najangud.

Estatua de Shiva, al lado del Templo Najangud.

Templo Najangud.

A quitarse los zapatos para entrar al templo de Najangud.

Afuera del Templo Najangud.

Templo Najangud.

Templo Najangud.

Templo Najangud.

Templo Najangud.

Templo Najangud.

Dentro del templo Najangud.

En las afueras del templo Najangud.

Templo de Najangud dedicado a Shiva.

En las afueras del templo.  Este elefante da bendiciones las peregrinas.
El verdadero destino del día: nuestro bus.
El verdadero destino del día: nuestro bus.

Señora quemando incienso en las afueras del templo Najangud en honor a Shiva.

Para desayunar nos detuvimos aquí.

Aquí intentamos desayunar.

Los dioses que resguardaron nuestro camino.
(de izquierda a derecha) gracias Lakshmi, gracias Ganesha, gracias Saraswati.

En las afueras de la Reserva de Bandipur.


En las afueras de la Reserva de Bandipur.
Nuestros compañeros viajeros en el tour.  En las afueras de la Reserva de Bandipur.

En las afueras de la Reserva de Bandipur.



En las afueras de la Reserva de Bandipur.

En las afueras de la Reserva de Bandipur.

En las afueras de la Reserva de Bandipur.

Camión que detuvo el tránsito un buen rato.

Nuestro bus durante todo el día.

Lavarse los pies para entrar o para salir.  En templo Gopalswamybetta.

En templo Gopalswamybetta.

En templo Gopalswamybetta.

En templo Gopalswamybetta.

En templo Gopalswamybetta, peregrinos hacen fila para entrar a la 'puja' o ceremonia.

En templo Gopalswamybetta, peregrinos hacen fila para entrar a la 'puja' o ceremonia.

En templo Gopalswamybetta.

En el templo Gopalswamybetta.

Niño en templo Gopalswamybetta.


Mis compañeros de yoga de camino al almuerzo.

Ellas lo lograron más rápido.

Lavando las hojas de plátano para que nos sirvan la comida ahí.

Aquí nuestras compañeras indias se divierten viendo a mi Yishen limpiar su hoja de plátano.

Delicioso almuerzo.  Chapati, arroz y lo demás ni idea, pero spicy de fijo!

Almuerzo con plato de hoja de plátano.  (re) Aprendiendo a comer con la mano.

En algún lugar de Karnataka.

En algún lugar de Karanataka nos detuvimos para que los niños hicieran sus necesidades.

En algún lugar de Karanataka nos detuvimos para que los niños hicieran sus necesidades. Y aprovechamos para tomarnos fotos con nuestros compañeros de bus.

En algún lugar de Karanataka nos detuvimos para que los niños hicieran sus necesidades.  Una de nuestras compañeras del paseo.

En el templo de Chamundeswari, él ponía la ofrenda o marca de cúrcuma en la frente de los peregrinos por la módica suma de un rupee.

El templo de Chamundeswari. Marca con cúrcuma para la diosa, a las mujeres se les hace una marca redonda, a los hombres una línea.

El templo de Chamundeswari.

El templo de Chamundeswari.

Noche de casi luna llena en el templo de Chamundeswari.

Mahishaura. Ese fue el demonio que tenía a Mysore bajo su poder, entonces vino la diosa Chamundiswari y liberó a Mysore.
El palacio de Mysore.  Iluminado y lleno de gentes por el Festival Dasara.

En el bus de Mysore a Gokullam, éramos tantos que estábamos en la puerta.



2 comentarios:

  1. Qué bonito todo Catalina... Me alegro que estés tan bien y que estés disfrutando de esta experiencia tan maravillosa!!!

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