Estancia: 30-31 marzo 2013
Mientras escogía las fotos de Verona para el blog, me di cuenta de que disfruté más de lo que recordaba esta ciudad. Decidí quedarme un par de noches como transición entre ciudades tan movidas como Roma o Florencia antes de llegar a Venecia, esta ciudad la veía como un descanso, no pretendía mucho de ella, por eso me imagino fue de los lugares que más disfruté, seguro porque no me puse ninguna meta ni expectativa.
Mientras escogía las fotos de Verona para el blog, me di cuenta de que disfruté más de lo que recordaba esta ciudad. Decidí quedarme un par de noches como transición entre ciudades tan movidas como Roma o Florencia antes de llegar a Venecia, esta ciudad la veía como un descanso, no pretendía mucho de ella, por eso me imagino fue de los lugares que más disfruté, seguro porque no me puse ninguna meta ni expectativa.
Llegué en tren desde Florencia, esta vez el desplazamiento se tardó un poco más, unas cuantas horas hacia el norte. Llovía a mares cuando salí de la estación y mi sentido de ubicación me
falló desde el principio. No sé por qué ese día tenía un ataque
de timidez, poco frecuentes cuando viajo, pero no lograba preguntarle
a nadie por dónde tenía que ir. Luego de media hora de dar
vueltas, bajo la lluvia, con una mochila que me empezaba a pesar
logré llegar a la entrada oficial de la ciudad de Verona. Realmente
es fácil, desde la estación de tren son unos quince minutos, pero
como me angustié, pasé una media hora llegando a ese punto.
Una vez que entré en la calle
principal intenté buscar un sitio de información turística para
pedir el mapa. Seguí las señales pero no aparecía. Bajo la
lluvia cada vez más intensa me empecé a desesperar, ya tenía
hambre además, pero no tenía ni idea para donde caminar y encontrar
mi hotel.
Así que me detuve en la puerta de un
McDonald's, el agua me caía por la cara y me escurría el pelo, pero ya estaba resguardada
en un portal con olor a papas fritas. Decidí sacar mi móvil y
explorar si encontraba alguna señal de internet y así pedir
direcciones a google maps. Y ahí fue donde descubrí que mi
móvil me ubica aunque no tenga internet, no da indicaciones, pero me
muestra el mapa y eso fue suficiente para descubrir que mi hotel
estaba a dos calles de donde me encontraba. Caminé bajo la lluvia
una vez más, pero esta vez con los ánimos de vuelta, encontré la
puerta, toqué el timbre, me atendieron: había llegado a Verona.
Salí y compré una sombrilla. Había
estado en negación los primeros días por Italia, pero ya iba como
por el sexto día de viaje y llovía siempre, así que tocaba tener
sombrilla. Encontré un sitio para almorzar, leer un rato, ver la
lluvia y estar Verona. Esa primera noche me dormí temprano, estaba
cansada, al día siguiente con energías recuperadas empecé
temprano.
Por la mañana, me encontré con los
otros huéspedes del hostal. En este hostal, cada uno teníamos
nuestra habitación pero compartíamos baños y cocina (y uno que
otro detalle, las paredes eran como hojas de papel y uno se entera de
todo lo que pasa...). Ahí conocí a una pareja de españoles pero
que viven y trabajan en Suiza, “la crisis” me explicaron. Los
demás eran de países nórdicos, pero no supe mucho más de ellos,
no hablaron mucho.
Salí a caminar, a ver qué hacía la
gente. Era domingo y todas las familias estaban en el parque, en las
calles, comiendo helados, haciéndose fotos. Paseé alrededor del
circo romano, hice una siesta en el Parque, fue un día lento pero lo
disfruté muchísimo. Reconocí a unos ticos en medio del camino,
una señora que le dice otra: “no te imaginás, es que como aquí
solo dan vino, ahí iba, jumaditititico”.
Verona es una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad, su arquitectura guarda mucho del medieval y el renacimiento. Tiene sitios espectaculares como el Puente Scaligero o el Castillo Viejo (Castelvecchio) que está al lado. Caminar por las calles de Verona se siente como si se estuviera una paseando dentro de una novela clásica.
A pesar de todas las advertencias fui a
ver la famosa Casa de Julieta. Todas las guías advierten no
ir, la pareja de españoles del hostal me lo dijeron. Pero pasé
justo enfrente y era tanta la gente haciendo fila y la emoción de
todos ellos que no me pude resistir, quería saber de que iba la
historia, y como no tenía claridad de itinerario ni horarios con
compromisos, podía comprobar si valía o no la pena entrar.
Al sitio se accede prácticamente
abrazado a decenas de otras personas, es como si el amor se colara en
el aire desde antes de entrar. Las paredes de la entrada están
marcadas por mensajes de amor de visitantes anteriores, al mismo
tiempo hay decenas de chicas (casi todas eran chicas) escribiendo su
nota, los chicos que están, tímidamente resguardan las espaldas de
sus chicas para que no se caigan en medio de la turba. Una vez
adentro se sigue caminando en 'piña', al fondo la estatua de Julieta
en la que todos se fotografían agarrándole un pecho, al parecer da
buena suerte. Al lado de Julieta, una ventana con una verja en
donde los enamorados amarran un candado con el que sellan su amor y
se aseguran sea para siempre.
Si se le olvidó el candado o el
lapicero para escribir, o el papel para dejar su nota de amor, hay
una tienda en donde encontrará toda clase de souvenirs que cubrirá
cualquier deseo romántico que se despierte. Para culminar, arriba,
el balcón, ese balcón desde donde Julieta recibía las palabras de
su Romeo. Todo eso está en el patio de la casa, para entrar a la
casa había que hacer una fila el triple de larga, yo con aquella
visita me di por satisfecha.
Debo confesar que me la pasé bien con Julieta, aunque todo parece falso, creo que estar ahí va más allá de la
estatua, de la fila, de la pared, de la tienda, de las cartas, los candados o de
Julieta. Lo más interesante era ver a las personas que visitaban
ese lugar, con la fe, la emoción, o el sentimiento, sea cual fuere,
que tenían al entrar allí. Últimamente soy amante de los
rituales, creo que esos actos le dan magia y calor a la vida, así
que si es por amor que más da, vayan y dejen sus cartas, mensajes y
candados a Julieta! (No sé que pensará Shakespeare de todo
esto...).
Con eso y un gelato estaba lista para
leer un buen rato y descansar. Ese es mi nuevo ritual antes de
llegar a una ciudad que me emociona tanto visitar (bueno, el gelato
es un detalle italiano, no se puede eso en todas partes). Al día
siguiente el tren me llevaría a Venecia.
Entrada de Verona, no es del día que llegué, aquí ya había sol. |
Calle principal de la entrada. |
Puertas antes de llegar al parque. |
Mercado de domingo. |
Mercado de domingo |
Castelvecchio |
El puente Scaligero sobre el Río Adige. |
Puente Scaligero. |
Puente Scaligero. |
Puente Scaligero. |
Puente Scaligero. |
Pinoccio. |
Pinoccio. |
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