Estancia en Roma: 24 al 27 de marzo.
‘No me robaron abril’
‘No me robaron abril’
Ya está
bien entrado mayo pero no puedo dejar de pensar en abril. Y es que este año ‘no me robaron abril’,
me lo comí, cada segundo de abril estuvo delicioso. Hacía mucho no conocía tantos lugares nuevos, pero
sobretodo, hacía mucho no pasaba tanto tiempo conmigo misma.
Creo que
haber tenido tantas ‘primeras veces’ en un solo mes, me tiene aturdida, no
porque no lo haya disfrutado, sino porque quizás nunca me imaginé se pudiera
hacer a una misma tan hermosos regalos, regalos que básicamente consisten en
experiencias nuevas, pero sobretodo experiencias que me han permitido
re-conocerme.
Con cada
viaje que he hecho, y gracias a la vida (y a mis papás) eso empezó hace más de
20 años, mi forma de viajar evoluciona. Cuando estaba en mi adolescencia no
importaba la comida o el lugar dónde dormir, buena compañía y bonito lugar era
lo esencial. En mis veintes esa
premisa continuaba, pero lo de la compañía no siempre se podía, así que aprendí
que sola también se disfruta conocer lugares nuevos.
Mientras
planeaba mi viaje a Italia, descubrí, con mucho pesar, que quizás lo único que me queda de mochilera es mi mochila. Planeé muchas cosas con antelación que antes a lo mejor no
me hubieran importado. Pero estaba
tan emocionada de experimentar estos lugares nuevos que lo último que quería
era perder tiempo resolviendo temas logísticos, como dónde iba a dormir o qué
tren, bus o avión debía tomar para mi siguiente destino. Y como iba a hacer esta travesía
completamente sola deseaba aprovechar todos los segundos en lo que toca, no en
solucionar logística, sino estar, estar y estar.
Cuando
escogí los hostales u hotelitos en los que me quedé me fui despidiendo poco a
poco de la ‘yo’ a la que no le importaba dónde quedarse, esta vez no quería, por
ejemplo, estar en un lugar lleno de adolescentes teniendo su ‘spring break’,
justo porque sé lo que eso significa.
Aun así, dados los precios exorbitantes en este continente para el
hospedaje, tuve que ceder y experimentar algunas opciones que al principio no
me sonaban y que debo confesar me dieron angustia escoger.
Una vez escogidos los hoteles y hostales, decidida la cantidad de días por ciudad, todo estaba listo. Me fui a Italia, por primera vez!
Roma: ¡de
cero a cien!
Siempre
he soñado con que exista la teletransportación, estar en un lugar, cerrar los
ojos y aparecer en otro. Eso más o
menos me pasó para llegar a Roma.
Salí un domingo, pero como quería llegar lo antes posible tomé el vuelo
con la salida más temprana, sin tomar en cuenta que eso me hizo salir casi de
madrugada de mi casa. A las 4:30
a.m. me levanté, había dormido apenas un par de horas gracias a mis constantes
discusiones con Morfeo, y a las 7 a.m. ya estaba volando hacia Roma.
Del vuelo
no me acuerdo, creo que estuvo bien, por lo general volar me provocan muchos
nervios, pero esta vez, cerré los ojos y cuando los abrí ya estaba en Roma: ¡teletransportación! En el aeropuerto empecé a buscar la
salida al tren como lo tenía planeado, por 14 euros me llevarían al centro de
Roma, pero me tropecé con el servicio de buses que me llevó por 5 euros (más
dinero para gelato, muy bien).
Una vez
que llegué a la Estación de Termini en el centro de Roma me fui a buscar mi
hostal. Fue muy fácil encontrarlo
porque estaba a pocos metros de la estación. Me chequeé, dejé mi mochila, me
dieron un mapa y manos a la obra,
Roma me estaba esperando.
Mi primer
tropiezo fue con el Coliseo. La
recepcionista del hostal me sugirió ése como primer punto por conocer, me lo señaló
en el mapa y me fui. Según el mapa
serían unos 15 minutos caminando, yo duré 40. Si me había costado ubicarme en Barcelona porque tenía una
Diagonal, explicar lo que le pasó a mi sentido de orientación en Roma es
impresionante, es lo de Barcelona pero multiplicado por el infinito, con la
diferencia de que llegué a dominar Roma y soltar el mapa en menos tiempo de lo
esperado.
Roma
tiene tantas callecitas que van al mismo lugar, pero que además la misma calle
cambia de nombre a la mitad y cuando uno se percata piensa que se metió por
otro lado, pero no, todo está bien, pero una piensa que no, se devuelve, cambia
el nombre de la calle de nuevo, una regresa pero vuelve a cambiar el nombre, en
fin, di vueltas, muchas vueltas, conocí partes que a lo mejor no eran las más
turísticas; con menos de dos horas de estar en Roma ya estaba de intrépida en
zonas poco amigables, pero nunca pasó nada anormal ni cerca de estarlo.
Pero de
pronto ahí estaba: El Coliseo.
Esa foto que me enseñaron en los libros de historia del Cole y en los de
historia del teatro en la Universidad, de repente ante mis ojos se
materializaba una imagen que hasta ese día había sido de papel y me cabía en la
mano, ahora ni siquiera me cabía en mi ángulo de mirada. Sí, El Coliseo, es muy…, es El Coliseo.
Me fui a
hacer la fila y ahí reconocí la gran herencia que han dejado los italianos en
nuestro continente, sentía que estaba en cualquier país latinoamericano. La fila para llegar a la venta de
tiquetes era una masa deforme que se abalanzaba sobre las ventanillas. Gritos, golpes, la fila moviéndose en
masa, pero no se sabía en qué lugar estaba nadie, yo ni siquiera sabía quien
era el primero porque se llegaba de tres en tres al frente de la
ventanilla. Era un desastre, me
sentí como en casa. Para llegar a
comprar un único tiquete me tardé casi una hora, se me metieron en la fila
decenas de personas, es que a mí me cuesta eso de empujar y saltarme las líneas,
pero confieso que conforme pasaron los días aprendí, porque en Italia si no se
hace así, no se entra a ningún lado.
Una vez
dentro y con mi audioguía pues no quería perder detalle empecé a reconocer
caras, muchas caras. Empecé a
asustarme como a la quinta persona que pensaba que conocía, era muy raro. En algún momento pensé que estaba
teniendo visiones, o que era gente muerta, o los personajes de mis sueños se
estaban materializando. Claro si
El Coliseo de mi cabeza se materializó a ese pedazo de edificio, pues quizás
esas personas también…Después reconocí que habíamos compartido vuelo desde
Barcelona, parece que todos habíamos decidido empezar Roma por El Coliseo.
Le di
como tres vueltas a cada piso, tomé fotos, estaba tan extasiada de estar en
lugar como este, no me lo podía creer.
Era como si una hada de un cuento se me hiciera realidad, pero éste era
un edificio de un cuento de los libros que me había tocado estudiar. Pero de pronto, las masas empezaron a
aplastarme. Me percaté que era una
semana intensa la que había escogido para viajar, era Semana Santa y los grupos
de turistas que seguían una sombrilla o una banderita eran innumerables; Italia
había sido invadida por los ‘zombies turistas’ y yo estaba en medio de esa batalla sin saber
muy bien a donde huir.
El hambre
me hizo salir del Coliseo, sin esperanza de regresar ni ese día ni otro, aun
tenía una larga lista de expectativas por cumplir, pero sobretodo necesitaba
que mis pies sintieran Roma. Así
que empecé a caminar hacia a algún lado, no tengo claro donde llegué, pero era
un barrio lleno de callecitas de piedras, callecitas tan angostas que era casi
imposible que pasaran carros.
Fuentes,
gente caminado, gelatos, hasta que encontré una pizzería con terraza y el sol
de una primavera, muy tímida para mi gusto, me invitó a entrar. ‘Mesa para uno’,
digo, ‘¿qué? ¡Una chica tan guapa
sola!, me dice el anfitrión del restaurante. De lo de ‘guapa’ no me quejo, pero cómo les costó a los
italianos aceptar que una chica viajara sola y comiera sola, esta escena se
repitió cada día que estuve por ahí.
Comí
delicioso en mi mesa para uno. A
mi lado había una pareja de holandeses con su hija de unos 4 años. Estaban de vacaciones huyendo del frío
de Holanda (el verdadero frío pensé, intenté no quejarme del frío de
Barcelona). Me contaron que habían
venido hacía unos diez años y ahora estaban de regreso porque habían se
enamorado de Roma. La esposa saltó
y agregó que todo es perfecto: el clima, las calles, sobretodo las compras son
buenísimas. Hablamos un rato hasta
que llegó mi recibo de la cuenta y me despedí de mis nuevos amigos de
almuerzo, pues había agendado ir
al teatro y casi era la hora.
Empecé de
nuevo mi caminata por esas callecitas empedradas, a veces difíciles de caminar,
me recordaban un poco las de Antigua Guatemala, que en alguna visita por
trabajo tuve que recorrer en zapatos de tacón, este no era el caso, pero había
momentos que se sentía así. Las imágenes
de los edificios antiguos de pronto se enriquecían con una columna romana de
alguna ruina perdida en medio de la ciudad. Es que Roma es un poco eso, una mezcla de etapas de la
humanidad, no hay foto que pueda explicarlo.
Mientras
caminaba con mi mapa a cuestas, que efectivamente revelaba lo ‘guiri’ (manera
en que los españoles se refieren a los turistas, es un poco despectivo) que era
en aquel momento, se me acercó una pareja
de‘guiris’ como yo, con el mapa más abierto que el mío para preguntarme
por la Fontana de Trevi. ‘!Uy!,
dije, no tengo claro ni dónde estoy’.
Se rieron conmigo, descargando la angustia que resulta al no encontrar
la calle por la que uno va en el mapa.
El chico, agradecido de escuchar español, me dice ‘estas
calles son difíciles, quien fuera cartero en esta ciudad’. Les indiqué por donde había recién
pasado en el mapa y así quizás podían
deducir como llegar a la Fontana de Trevi.
Las 24
horas desde mi llegada no habían pasado, pero ya lo sabía todo sobre Roma: en
Roma hay que entregarse, dejar el itinerario perdido, dejar las expectativas del orden para
conocer los puntos de interés, perderse por esas calles, aunque uno no se
encuentre lo esperado, siempre aparece
algo impresionante de ver.
Llegué al
teatro con tiempo suficiente de milagro.
Lo que vi fue una recomendación recibida por medio del couchsurfing. Pregunté en un foro sobre Roma por recomendaciones de obras
de teatro ‘no oficiales’ y llegué a un teatro ‘tomado’. El teatro fue tomado por unos artistas
y ahora lo gestionan ellos, de hecho están por formar una cooperativa (tema para
una entrada de blog más adelante, mucho qué comentar en estos tiempos de crisis
cultural).
Era una
obra más para niños, así que ahí estaba teletransportada, con no sé cuántos kilómetros de
caminata, en medio niños que corrían por todo lado esperando iniciara la función. Sobre la obra poco me enteré, el sueño
me ganó, es que era la primera vez que me sentaba en más de doce horas, sin
haber dormido más que dos, yo creo que la obra no era mala, pero simplemente caí
agotada en aquella butaca de terciopelo rojo. El teatro era una joya arquitectónica, una estructura de
teatro inspirada en el renacimiento, con palcos, perspectiva y todo. Todo esto a cargo de unos artistas independientes que se
opusieron a su cierre y lo tomaron, así de simple.
A pesar de estar dormida estaba muy emocionada.
Una vez finalizó la función empecé a buscar camino al hostal y me encontré de frente y a
quemarropa con el Panteón. No era
momento de quedarse, pero me senté un ratito en la fuente para admirarlo.
Finalmente encontré un autobús que me llevaría hasta la zona de Termini, donde
estaba mi hostal.
El Panteón |
Era
domingo por la noche, no cabía un alfiler en aquel bus, ni siquiera podía ver
el trayecto por la ventana. Además
tocaba ir haciendo equilibrio todo el tiempo, porque en Roma los chóferes conocen
sólo dos velocidades: o cero o cien.
Así que cada vez que se detiene lo hace de pronto y sin aviso con lo
cual todos los pasajeros chocábamos hacia delante y luego arrancaba de repente
pasando a cien, con lo cual todos nos íbamos en masa y apiñados hacia atrás. Después de cada viaje en autobús una se
siente vinculada de una manera muy profunda con toda esa gente, son quince minutos
o más de acercamientos corporales intensos con todos esos anónimos, eso tiene
que generar vínculo definitivamente.
Regresé
agotada a mi hostal, la posible angustia de dormir junto a siete desconocidos
ya ni siquiera existía, yo solo quería una cama; caí rendida.
Por supuesto habían FIATs |
Cuántos años esas piedras ahí... |
Detrás de esa sombrilla:turistas, muchos de ellos. |
Desde adentro |
Con disfraz de romano |
En alguna calle de Roma |
Edificio, edificio, edificio, ah ruina romana al fondo. |
Procesión celebrando la Semana Santa |
No podía faltar... |
Comiendo gelato detrás del panteón. |
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