Estancia en Roma: 24 al 27 de marzo.
Todas las guías lo dicen, quienes ya habían ido me lo
advirtieron, pero yo pensé que no era para tanto: ¡No hay que comer cerca del
Vaticano! Aun así, me fui a
desayunar ahí porque quería ahorrar tiempo. Así que mi segundo día en Roma, lo empecé con un croissant terrible, un café peor y
una señora que se sentó en mi mesa a leer el periódico a pesar de que los
camareros le insistían en que se fuera y yo intentaba hacer ver que no me
importaba. Todo eso por la módica
suma de 10 euros.
Una vez terminado el episodio del desayuno caminé hasta la
famosa Plaza de San Pedro. Otra de
esas imágenes que una tiene en la cabeza pero nunca por haber estado ahí. De nuevo, me encontré con las masas de
turistas haciendo fila, pues toca pasar por máquinas de seguridad, como las del aeropuerto, te revisan las
cosas y decomisan las sombrillas, ¡son armas peligrosísimas! No sé como
hicieron los guías turísticos que utilizan las sombrillas para que los sigan,
quizás por eso había tanto caos dentro de la Basílica.
Debo confesar que me colé en la fila. Era como de doscientos metros y la
verdad con la experiencia del día anterior en El Coliseo, donde todo el mundo
me pasó por delante, decidí que alguna ventaja debía tener pasear sola. Así que me acerqué, fingí que era parte
del grupo que estaba de primero y muy pronto pasé a que me revisaran la mochila
en búsqueda de alguna sombrilla peligrosa.
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Hasta allá atrás terminaba la fila, aquí la empecé yo... |
Recorrer la Basílica de San Pedro es recorrer un museo. Una cantidad infinita de obras de
arte. Todo es muy grande, muy
grande, exageradamente grande. Y
esa sensación me quedó en el corazón, no sé si tanta fastuosidad es necesaria
en un templo. No estoy en contra
del arte, para nada, pero sentí que concentrada en un solo sitio, de aquella
manera, es demasiado para el campo visual de una simple mortal como yo.
En fin, caminé por esos suelos llenos de figuras y mensajes,
con techos brillantes sobre mi cabeza, con estatuas que me vigilaban
intensamente en medio de un mar de personas que no querían perder ni un
instante de esa visita. Al final,
no sé si en medio de tanta foto, los visitantes estuvieron o no estuvieron, era
impresionante la cantidad de 'fotógrafos' en aquel lugar.
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Cuántas personas tomando una foto o revisando la foto en su móvil en esta fotografía? |
Me perdí por algunos pasillos encontrando más y más
decorados, cuadros, historia. En
la pared con los nombres de todos los papas fallecidos, aun no estaba grabado
el nombre de Ratzinger, no sé si es que a los que renuncian no los ponen, o
quizás era muy pronto.
Subí a la Cúpula, lo más alto de la Basílica. Este recorrido no es apto para quienes
padecen de claustrofobia. De
verdad, yo creo no serlo, pero hubo partes intensas donde pensé que me
ahogaba. Tomé un elevador para
evitar algunas escaleras, pero aun
así subí muchas, pasé por partes
muy estrechas en las que además compartí oxígeno con decenas de personas que
también querían llegar a la cúspide.
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Advertencia antes de subir a la Cúpula, no es broma que da susto. |
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Escaleras para ir a la Cúpula, empieza a estrecharse la cosa...hubo momentos peores. |
La fila para subir se tardó un par de horas, fue un
verdadero vía crucis. Tuve tiempo
suficiente para terminar la novela que llevaba en el bolso, ser testigo de
disputas familiares, de pareja, de niños malcriados, de grupos de amigos
escandalosos, en fin, todo lo imaginable e inimaginable para una fila de
aquellas dimensiones. Pero una vez
arriba, con Roma a los pies, queda claro por qué hay que subir esas escaleras.
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Premio por aguantar el camino hasta arriba de La Cúpula. |
Una vez inhalada aquella visión de Roma, bajé y me alejé del
Vaticano, me encontré con el Río Tíber.
Di una caminata a su lado y llegué a Trastevere. El barrio más bonito en Roma, de
‘película italiana’. Es más
tranquilo que otros lugares, aunque no del todo, está lleno de cafés,
restaurantes y tiendecitas con curiosidades. Me perdí por las callecitas de piedra, por suerte encontré
dónde almorzar a pesar de estar fuera del estricto horario de almuerzo italiano
(de 12 a 3 p.m.).
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El Río Tíber. |
“Table just for one?”, me pregunta el mesero, “yes, just for
one”. Fue muy curioso utilizar
tanto el inglés en Italia, en cuanto reconocían que no hablaba italiano, de una
vez se dirigían a mí en inglés, en español sucedió escasas veces, lo cual
agradezco la verdad, eso de pensar que porque se parecen tanto el italiano al
español, da igual comunicarse aunque no se sepa bien alguno de los dos idiomas, lleva a muchos malos entendidos.
Almorcé-cené unos deliciosos raviolis caseros de espinaca
que me dieron la energía necesaria para seguir perdida por las calles de
Trastevere. Y así terminé mi segundo día, en un barrio en el que viviría, siguiendo los charquitos que habían quedado por la lluvia, buscando nada y todo al mismo tiempo, Trastevere es para eso.
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Más fotos:
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San Pedro a la entrada. |
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La Basílica de San Pedro. |
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Vista desde una de las etapas para subir al Duomo. Abajo el interior de la Basílica. |
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La seguridad siempre alerta. |
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Las paredes del Duomo al interior, las decoraciones son hechas con estos mosaicos. |
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Detenidos en escalones espirales, claustrofóbicos para llegar a la cima. |
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Llegué! Al fondo: Roma. |
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Algunos dejan sus recuerdos en la paredes. |
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El arte de los visitantes se mezcla con el de la Basílica. |
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Vigilante. |
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La cúpula de la Basílica. |
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La Pietà. Me gusta mucho. |
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Trastevere. |
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Trastevere. |
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Trastevere. |
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Trastevere. |
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Trastevere. |
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Trastevere. |
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Oscureciendo en Trastevere. |
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