Los que me conocen seguramente saben que este ni siquiera
fue un dilema para mí. De hecho la
primera vez que me iba a subir al autobús, sufrí como 20 minutos mientras
encontraba la máquina de tiquetes, pues los choferes no reciben dinero. Pero una vez que aprendí, todo fue
fácil, por un euro me compraba un
tiquete que funcionaba durante una hora para cualquier ruta.
Sin embargo, a los pocos viajes de autobús, me di cuenta,
cómo casi nadie pasaba el tiquete, casi siempre era la única que cruzaba los
mares de pasajeros para marcar mi pase.
El chofer pasaba de fijarse, de cada 80 ó 100 personas que podía llevar
cada autobús, calculo que únicamente cinco pagábamos. A pesar de los rótulos
con las advertencias sobre la gran multa en caso de no tener tiquete, no vi a
nadie preocupado por ello, ni siquiera a los turistas, para quienes resultaba
maravilloso pasearse gratis por Roma. ¿Quién mantiene el servicio de autobuses
en Roma si nadie paga?
Pagué mi tiquete de autobús y me dirigí a los museos del
Vaticano. Tenía mis dudas de si
valdría la pena volver a enfrentarme con la masa de turistas, pero tenía muchas
ganas de conocer la Capilla Sixtina.
De hecho, en el hostal, uno de mis compañeros de habitación me dijo que
no valía la pena por el agobio de la gente, pero una de mis compañeras me dijo
que sí lo valdría, que ella en medio de la gente había podido estar un buen
rato.
Llegué muy temprano, todos, y cuando digo todos es TODOS
llegamos muy temprano. La fila
tenía un largo impresionante. En este caso colarse era más complicado porque
estaba demarcada con unas barras, así que me resigné, me coloqué al final y
esperé.
A mi lado había una fila que iba más rápido, esta era la de
la gente que hacía reservación por Internet. Eso es un gran consejo, casi todos los museos lo tienen y
eso hace que las filas no sean tan pesadas. Yo lo había intentado, pero el computador del hostal no
funcionaba bien y yo no llevé el mío a Italia.
Mientras esperaba, delante de mí escucho a una pareja
delante de mí negociando con un guía independiente, el guía ofrecía que por 25
euros cada uno podían entrar en cinco minutos y él les iba a dar una visita
guiada. Puse atención porque ya
estaba un poco agobiada y quizás no era tan mala idea. La pareja no aceptó la invitación,
entonces ni quisiera me lo planteé.
Pero eso hizo que observara más de cerca a estos chicos, sentía reconocerlos,
pero no sabía de donde. Repasé
imágenes y descubrí a la misma
pareja a la cual “ayudé” a encontrar la Fontana de Trevi en mi primer día en
Roma.
Así que les pregunté que tal había ido el camino a la
Fontana de Trevi, nos reconocimos y celebramos la casualidad. Empezamos a conversar y de pronto ya
estábamos entrando a los museos, nada como unas risas y una conversación para
alivianar el peso de una cola de aquellas dimensiones.
Hice el recorrido por los museos
con esta pareja, venían de Madrid y llevaban los mismos días que yo en
Roma. Agradecí mucho la compañía,
viajar sola es bonito, lo disfruto mucho, pero romper la rutina esa mañana
estuvo bien. Recorrimos juntos los
salones de los museos, por dicha los tres teníamos como objetivo la “Capilla
Sixtina”, porque ver todo es imposible, así que aceleramos el paso para llegar
a la meta.
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Lento, sin prisas, recorriendo los pasillos de los Museos del Vaticano. |
Para entrar a la Capilla hay que
pasar por varias salas, en procesión, lentamente, al paso de la masa. Una vez dentro, la masa, el tiempo y la
respiración se detienen al compás de los “sssshhhhh”, “silencio”, “no fotos”,
“no pictures” y “silence” provenientes de los guardas de seguridad. Alcanzamos llegar al medio de la sala.
Ahí, con la mirada fija en el techo permanecimos por lo menos media hora, a
veces en silencio, a veces comentando lo que íbamos descubriendo.
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Ya casi entraba. |
La Capilla Sixtina es muchas
cosas al mismo tiempo, preguntas como cómo llegaron esos colores ahí, historias
contadas a través de imágenes, pero no sólo las obvias que están ahí, sino las guardadas por esas paredes al
pasar de tanta gente todos los días, o qué secretos contiene un lugar en el que
hasta hacía una semana no se podía acceder porque estaban ahí mismo
seleccionando al siguiente Papa.
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Uy...No pictures!!! |
Con un dolor en el cuello,
alertando una posible tortícolis, pensamos que si hubiera buzón de sugerencias
propondríamos crear una zona dentro de la Capilla en la que fuera permitido
acostarse para admirar el techo, como si fuera un cielo estrellado, pero en
este caso sería un cielo pintado por grandes maestros; sería un placer.
Después de la Capilla seguí mi
camino hacia la Fontana de Trevi, pero antes, concertamos hora para cenar con
mis nuevos amigos de Madrid.
Llovía mucho, como si el honor a las aguas de esta Fuente, incluyera el
camino por recorrer del visitante.
Yo no sé qué tiene la Fontana de
Trevi que me hipnotizó. Seguía
lloviendo, aun así, estaba ahí sentada viéndola y escuchándola, a mi lado
decenas de personas en el mismo éxtasis.
Algo pasa con la luz y el agua y los colores de las estatuas, esa mezcla es adictiva a la
vista, es imposible querer irse o pestañear. Gran monumento en honor al agua, grande como todo en Roma,
pero con un atractivo particular que tienen esos lugares a los que una desea
volver.
Tiré mi moneda de cincuenta
colones, pensé que debía ser una moneda de mi país y no una de euros. Dicen que si uno tira dos monedas se
enamora de un romano y si tira tres se casa con ese romano…Esto me lo contaron
después, así que aun no hay ni boda, ni romano. Cuando vuelva ya veremos si funciona.
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Mi moneda para volver. |
Cuando logré levantarme de mi
sitio, seguí caminando por el centro histórico, una vez ahí todo es muy fácil
de encontrar, todo está señalado. Llegué de nuevo al Panteón, esta vez con
tiempo para entrar y estar un rato.
La lluvia empezó a disminuir
mientras caminaba hacia la Plaza Naboda, cuando llegué, como por arte de magia la lluvia se fue
y salió el sol de la verdadera primavera.
Los charcos multiplicaban las imágenes de Roma, sus edificios, calles y
gentes, incluso los turistas que ya son parte de esta visión.
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Camino a Naboda. |
Una vez en la Plaza, aproveché el
sol para merendar el emparedado que estaba en mi bolso. Me quedé para ser testigo de cómo se
repoblaba la Plaza al ritmo de los rayos del sol. Los artistas volvían a pintar o mostrar sus productos a los
visitantes, el ritmo retornaba a Roma, parecía como si estuviera amaneciendo.
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Plaza Naboda, después de la lluvia. |
Las calles siguientes me llevaron
hasta el Campo de Fiori en donde apenas quedaban rastros del mercado de la
mañana, algunos vendedores de flores y frutas terminaban de recoger a los pies
de un vigilante Giordano Bruno.
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Giordano Bruno en el Campo de Fiori. |
Esa noche regrese al centro
histórico para guardar en mi cabeza aquel lugar con otra luz y cenar con mis
nuevos amigos de la fila de los museos del Vaticano. Roma me tenía muy emocionada, había pasado muy pocas horas
en esta ciudad, pero sentía que la conocía, el mapa ya no me hacía falta, me
gustaba aventurarme por sus calles, perderme y encontrar alguna sorpresa a la
vuelta de cada esquina. Sin
embargo, esa fue mi última noche, al día siguiente me embarqué a la siguiente
ciudad italiana de mi itinerario: Florencia.
Más fotos:
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Atasco en el metro, había una protesta. |
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En los museos del Vaticano. |
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La cabeza de Juan en los museos del Vaticano |
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El detalle de los pisos en los museos del Vaticano. |
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No son estatuas, son pinturas. |
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Bajo la lluvia en la Fontana de Trevi. |
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Todos posando para la foto. |
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Bajo la lluvia en la Fontana de Trevi. |
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Fontana de Trevi |
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El Panteón. |
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El soldado romano. |
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Caminando bajo la lluvia. |
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Artista en Naboda. |
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Plaza Naboda. |
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Plaza Naboda. |
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Noticias que denuncia a los políticos corruptos. Pan de cada día en todo lado. |
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En alguna calle del centro histórico. |
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Venta de libros, discos y otras cosas usadas en Termini. |
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Alguna callecita. |
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Regresé antes de tomar el tren a Florencia. La Fontana de Trevi con sol! |
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Soldados romanos posando en la Fontana de Trevi. |
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Fontana de Trevi. |
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Fontana de Trevi. |
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El mejor gelato en Gioliti. |
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El Panteón. |
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Mi parada de autobús. |
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Dentro del bus. |
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Ruinas en medio de la ciudad de Roma |