Siempre he pensando que las políticas asistencialistas
pueden hacer más daño que ayudar,
siempre pensé que es mejor ubicar los esfuerzos en políticas a mediano y
largo plazo parar construir en las personas sin dinero para comer hoy,
habilidades para conseguir un trabajo y así lograr el sustento de manera
independiente, la famosa frase de “mejor enseñar a pescar que dar el pescado.” Sin
embargo, nunca he dudado que en caso de emergencias, llámese terremoto,
inundación, guerra, es necesario brindar alimento a la población que por estas
razones no lo tiene.
Hoy España, y muchos otros países del mundo, pero en España
lo veo todos los días, existe una situación de emergencia. Hay miles y miles de desempleados para
los cuales no es necesaria una política a mediano o largo plazo para
desarrollarles habilidades para trabajar, éstos ya las tienen, lo que no tienen
es opción de trabajo.
Se oye hablar mucho de números, de bancos, de porcentajes,
de si se pide o no se pide rescate, temas de los cuales apenas entiendo a decir
verdad, pero de lo cotidiano se habla poco, eso que sí veo todos los días,
aquello no agradable de descubrir y mucho menos de contar. Muchas personas en los barrios de la
ciudad de Barcelona que hasta hace pocos meses tenían una vida normal y
estable, hoy, no tienen nada qué comer.
Confianza Solidaria
se ha propuesto ayudar a los vecinos necesitados de su barrio. En principio, cuando alguien se queda
sin trabajo, lo normal es tener la esperanza de que pronto encontrará otro, la
realidad aquí es otra, no hay mucha esperanza y la angustia se empieza a
contagiar de barrio en barrio.
Los políticos que salen en la tele aseguran que pronto
mejorará la situación, pero mientras mejora qué come la gente. Confianza Solidaria se está encargando de alimentar a cientos de personas
mientras aparecen soluciones más concretas (si es que llegan a aparecer).
En medio de la emergencia, brindar directamente los
alimentos a quienes lo necesitan, es la única manera de evitar que muchos pasen
hambre. Confianza Solidaria empezó
atendiendo a personas en el radio inmediato a su barrio. Sin embargo, la cantidad de personas
que ahora acuden supera por mucho ese radio, incluso vienen personas de fuera
de Barcelona a solicitar ayuda. La
encargada nos comentaba que lo complicado de la situación es que hay muchas
personas cuyo status social y económico siempre ha sido alto y ahora en medio
de la crisis les da mucha vergüenza pedir ayuda, pero llegan a un extremo en el
que superan esa vergüenza, el hambre es mayor y se acercan al centro.
Esa mañana de sábado en el supermercado nos colocamos en la
entrada, la encargada del supermercado no de muy buena gana nos permitió estar
ahí todo el día (entre varios voluntarios hicimos turnos de cuatro horas). Colocamos una mesa, unos afiches
identificando el proyecto y manos a la obra.
Fue una mañana-tarde de altos y bajos impresionantes. Nos pasó de todo. La gente en este país la está pasando
mal, están pasando mucho dolor y no lo están dejando salir, así que en cuanto
tienen una oportunidad explotan, pero claro, explotaron con nosotras.
Nos encontramos con el tipo de personas que desde el
principio sonríen y dicen que fijo van ayudar, esos son los fáciles. Luego están los que se enojan por
pedirles ayuda, evaden, ignoran o de plano te tratan mal. Fue una mañana llena de frustración,
aprendí a recibir miles de “no” y no morir en el intento.
Sin embargo, la mayoría de las personas están dispuestas a
compartir. Muchos, aunque nos
riñeron, más porque están enojados con el gobierno que con nosotras, traían
alimentos a nuestras cajas. Detrás
de muchos “no”, hubo el triple de “sís” y eso me dio el oxígeno para seguir ahí
y ganarle a la frustración.
Imposible olvidar a quienes entre dientes y con los ojos
aguados decían que no podían ayudar, ‘mi hijo o mis hijos están en paro’,
agregaban, ‘apenas llegamos al mes’.
O al señor que no leía bien los afiches, me pide que le explique y a los
diez minutos me pide entrar con un carrito de la compra. El señor había ido al súper por un solo
paquete de pan y salió con veinte bolsas de arroz para la causa. O la señora que con cuatro botellas de
aceite de oliva, muchas latas de tomate y atún nos dice que es poco pero es lo
que puede dar. Impresionante los
corazones abiertos solidarizándose.
Algunos decían, ‘no sé si mañana seré yo’.
Ese sábado entendí que aparte de necesitar alimentos, la
gente está ávida de espacios para quejarse, desahogarse, hablar,
compartir, la situación por la que
pasan no es fácil. Algunos cuando
nos reñían se les notaba o nos aclaraban que no tenían problema con nosotras,
pero es que estaban hartos, que no habían soluciones, que lo que estaba pasando
no era justo. En aquellos casos,
escuchamos, sonreímos, dimos algunas palabras de aliento.
Cuando terminamos el turno habíamos recogido bastantes cajas
con alimentos, aunque la sensación final es que nunca será suficiente,
terminamos con una desazón en el corazón que aun no logro describir o calmar.
Yo creo que cuando los seres humanos pasan hambre la razón
deja de ser prioritaria y se empieza a actuar con enojo y cólera, casi seguro
de manera violenta. El hambre aquí
crece, sí, en los barrios de Barcelona, esos que los turistas recorren, algunas
familias guardan silencio, otras ya empiezan a gritar: España está pasando por
una emergencia.
En medio de esto, la esperanza brilla con Confianza Solidaria. Se está creando una red de personas dispuestas a ayudar y eso calma un poco aquella desazón. Aquí es cuando lo de la unión hace la fuerza tiene sentido...
En medio de esto, la esperanza brilla con Confianza Solidaria. Se está creando una red de personas dispuestas a ayudar y eso calma un poco aquella desazón. Aquí es cuando lo de la unión hace la fuerza tiene sentido...
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