Esta segunda vez llegué con más seguridad que la
primera, siete años no pasan en vano.
Sabía que tenía que tomar el metro, ver el mapa, ubicarme y llegar a mi
destino. La primera vez que llegué
estaba asustada, nunca había cogido metro en mi vida, eso de las conexiones me
angustiaba y me daba terror equivocarme.
Por supuesto que todo salió bien, estas ciudades son fáciles para
principiantes, pero mientras viajaba en el metro esta vez, no podía dejar de
pensarme hace siete años en la misma situación.
Así que esta visita a Madrid estuvo llena de eso,
del reencuentro, del reencuentro conmigo misma hace siete años. No había caído en cuenta de cómo pasa
el tiempo, siempre para bien, para evolucionar, pero también para darme cuenta
de cuánto me gusta la “yo” de hace siete años, inevitablemente no soy la misma,
también estoy contenta con esta “yo” siete años más viejilla.
El metro es lo primero con lo que se lidia una vez
que se llega a esta ciudad, pero
los mapas están ahí puestos, las máquinas de tiquetes están ahí con claras
instrucciones y si algo pasa; como a mí, que el tiquete que compré no
funcionaba, siempre hay algún funcionario del metro que ayuda.
Madrid no sólo me regaló en esta visita el
reencuentro con mi “yo” de antes, sino que además me juntó con una de mis
grandes amigas. Habían pasado casi
dos años desde que con un gran “happening” lleno de mocos y lágrimas en un
aeropuerto nos despedimos.
Inevitablemente Madrid me hizo pensar en los
reencuentros. Para que haya un
reencuentro debe haber una despedida, pero a mí no me gustan las despedidas,
¡qué dolorosas que son! Una vez
estuve a punto de esconderle el pasaporte a alguien e incluso confieso haber
renegado en contra de los aviones: “…si los aviones no existieran no se
llevarían a mis amigos lejos y no me traerían amigos de lejos de los que luego
tengo que despedirme!”.
Pero así como las despedidas son dolorosas
multiplicadas por el límite más alto de desasosiego producido en el corazón,
debo confesar que los reencuentros hacen valer la pena esas despedidas. Cuando uno se reencuentra con alguien
que quiere tanto, el corazón olvida el dolor por el que se pasó y retoma ahí
donde lo dejó.
Así que Madrid se encargó de devolverme a mi amiga
y en una búsqueda desesperada por un café Juan Valdez nos recorrimos la
ciudad. La Puerta de Alcalá, el cine Doré, Lavapiés, el barrio de las letras, La
Puerta del Sol, La Gran Vía, gran
almuerzo madrileño en La Sanabresa, visita al Museo Reina Sofía.
Paralelo a esto, noche de películas, conversaciones
hasta altas horas de la madrugadas, risas, cenas con amigos protagonistas de
otros reencuentros, horas de horas de conversaciones absurdas; Madrid fue
testigo de todo esto.
Cuando trato de explicar por qué me gusta tanto
viajar me cuesta encontrar los conceptos que lo expresen de manera clara. Pero creo que cuando me encuentro con
personas, me hago amiga de alguien de otro país, de otra cultura, sé que quiero
más de eso, aunque me toque pasar por las despedidas, sé que de cada despedida
me espera un gran reencuentro.
Este 2012 me ha hecho vivir muchos reencuentros,
cuando tengo cerca a
los amigos o amigas de las que un avión me separó, se me olvida lo que
dolió que se fueran. Le agradezco
al 2012 traerme a amigos y amigas de las que me había despedido y le agradezco
al 2013 los reencuentros que me traerá y por qué no…, también agradezco las despedidas
que vendrán.
El año que casi acaba me hizo despedirme de más
gente de un golpe de la que me había despedido en total en mi vida…esta vez yo
me fui. De nuevo esto significó un
“happening” en el aeropuerto, lágrimas, mocos, que para mí se extendieron hasta
Miami donde fue mi primera escala.
Aunque soy muy feliz y disfruto cada día al máximo en mi nueva ciudad,
esa despedida duele, la ausencia de quienes han estado presentes siempre se
siente todos los días, pero el reencuentro me ilusiona.
Visité Madrid, esa ciudad mágica a la que tanto le
canta Sabina, hice los recorridos que hay que hacer, pero entendí que los
viajes que hago no sólo los hago para ver paisajes, sino para vivir los
paisajes que cada uno de esos lugares dibujan en mi interior.
Museo Reina Sofía |
Vista desde arriba: Madrid |
Lavapiés |
Plaza Mayor |
De tapas en el Mercado San Miguel |
Mercado San Miguel |
Restaurante la Sanabresa: recomendadísimo, el cocido madrileño es espectacular! |
:) Me encanta leerte, y me encanta leerte de viajera por el mundo. Feliz año wifey!
ResponderEliminar:) Feliz Año!!!
ResponderEliminarOoooooh!!! Holas y hasta luegos.... Cómo son!!
ResponderEliminarPues sí, la vida!
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