lunes, 31 de diciembre de 2012

Madrid de reencuentros

Hace siete años fue mi primera vez en Madrid.  De aquella visita, recuerdo que cuando salí del metro y recibí el impacto de la imagen de esa ciudad, me impresionó muchísimo, los edificios parecían de una película, calles anchísimas, pero al lado calles estrechísimas, unas de asfalto otras de piedra.  A veces no sé si de verdad fui aquella vez o vi una película y ése es mi recuerdo.
Esta segunda vez llegué con más seguridad que la primera, siete años no pasan en vano.  Sabía que tenía que tomar el metro, ver el mapa, ubicarme y llegar a mi destino.  La primera vez que llegué estaba asustada, nunca había cogido metro en mi vida, eso de las conexiones me angustiaba y me daba terror equivocarme.  Por supuesto que todo salió bien, estas ciudades son fáciles para principiantes, pero mientras viajaba en el metro esta vez, no podía dejar de pensarme hace siete años en la misma situación.
Así que esta visita a Madrid estuvo llena de eso, del reencuentro, del reencuentro conmigo misma hace siete años.  No había caído en cuenta de cómo pasa el tiempo, siempre para bien, para evolucionar, pero también para darme cuenta de cuánto me gusta la “yo” de hace siete años, inevitablemente no soy la misma, también estoy contenta con esta “yo” siete años más viejilla.
El metro es lo primero con lo que se lidia una vez que  se llega a esta ciudad, pero los mapas están ahí puestos, las máquinas de tiquetes están ahí con claras instrucciones y si algo pasa; como a mí, que el tiquete que compré no funcionaba, siempre hay algún funcionario del metro que ayuda.
Madrid no sólo me regaló en esta visita el reencuentro con mi “yo” de antes, sino que además me juntó con una de mis grandes amigas.  Habían pasado casi dos años desde que con un gran “happening” lleno de mocos y lágrimas en un aeropuerto nos despedimos.
Inevitablemente Madrid me hizo pensar en los reencuentros.  Para que haya un reencuentro debe haber una despedida, pero a mí no me gustan las despedidas, ¡qué dolorosas que son!  Una vez estuve a punto de esconderle el pasaporte a alguien e incluso confieso haber renegado en contra de los aviones: “…si los aviones no existieran no se llevarían a mis amigos lejos y no me traerían amigos de lejos de los que luego tengo que despedirme!”.
Pero así como las despedidas son dolorosas multiplicadas por el límite más alto de desasosiego producido en el corazón, debo confesar que los reencuentros hacen valer la pena esas despedidas.  Cuando uno se reencuentra con alguien que quiere tanto, el corazón olvida el dolor por el que se pasó y retoma ahí donde lo dejó.
Así que Madrid se encargó de devolverme a mi amiga y en una búsqueda desesperada por un café Juan Valdez nos recorrimos la ciudad.  La Puerta de Alcalá, el cine Doré, Lavapiés, el barrio de las letras, La Puerta del Sol, La Gran Vía,  gran almuerzo madrileño en La Sanabresa, visita al Museo Reina Sofía. 
Paralelo a esto, noche de películas, conversaciones hasta altas horas de la madrugadas, risas, cenas con amigos protagonistas de otros reencuentros, horas de horas de conversaciones absurdas; Madrid fue testigo de todo esto.
Cuando trato de explicar por qué me gusta tanto viajar me cuesta encontrar los conceptos que lo expresen de manera clara.  Pero creo que cuando me encuentro con personas, me hago amiga de alguien de otro país, de otra cultura, sé que quiero más de eso, aunque me toque pasar por las despedidas, sé que de cada despedida me espera un gran reencuentro.
Este 2012 me ha hecho vivir muchos reencuentros, cuando tengo cerca a  los amigos o amigas de las que un avión me separó, se me olvida lo que dolió que se fueran.  Le agradezco al 2012 traerme a amigos y amigas de las que me había despedido y le agradezco al 2013 los reencuentros que me traerá y por qué no…, también agradezco las despedidas que vendrán.
El año que casi acaba me hizo despedirme de más gente de un golpe de la que me había despedido en total en mi vida…esta vez yo me fui.  De nuevo esto significó un “happening” en el aeropuerto, lágrimas, mocos, que para mí se extendieron hasta Miami donde fue mi primera escala.  Aunque soy muy feliz y disfruto cada día al máximo en mi nueva ciudad, esa despedida duele, la ausencia de quienes han estado presentes siempre se siente todos los días, pero el reencuentro me ilusiona.
Visité Madrid, esa ciudad mágica a la que tanto le canta Sabina, hice los recorridos que hay que hacer, pero entendí que los viajes que hago no sólo los hago para ver paisajes, sino para vivir los paisajes que cada uno de esos lugares dibujan en mi interior.
Museo Reina Sofía

Vista desde arriba: Madrid

Lavapiés


Plaza Mayor

De tapas en el Mercado San Miguel

Mercado San Miguel


Restaurante la Sanabresa: recomendadísimo, el cocido madrileño es espectacular!



 
 
 

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