Frente a mí la imagen de una niña con un sombrerito tejido
de lana rosado, con la orilla de un violeta desteñido. Sus ojos tienen la mirada fija hacia afuera, su cabeza descansando sobre
su brazo. Ella está en el asiento
de atrás de un autobús (podría no ser un autobús, eso lo completé yo). Entre ella y yo hay tres cristales: el
que protege la fotografía que observo, el del lente que capturó ese instante y
el que en el mundo verdadero de la niña,
la separa a ella del exterior.
En la parte de abajo de la fotografía se ve el reflejo del vidrio del
exterior, un reflejo que contiene ese exterior al que mira la niña, la imagen
es un poco impresionista, caótica, quizás hay algunos disturbios... Ella no tiene más de 7 años. Me pensé yo a los 7 años subida en un
autobús, si se hubiera reflejado algo en el vidrio de mi autobús, de ninguna
manera se acercaría a ese reflejo. Esta fotografía fue tomada recientemente en Yemen.
Accidentalmente llegué a esta exposición. Estaba tratando de completar un ensayo
para la Universidad, llevaba ya unas cuatro horas trabajando, lo cual supera
por mucho mi periodo promedio de atención, cuando me acordé que “debería”
revisar en ese instante el programa de actividades del Centro de Cultura Contemporánea
de Barcelona, ése al que fui un domingo cualquiera en Barcelona. Me encontré con que próximamente había
una exposición de fotoperiodismo.
Como ya mi ensayo estaba relegado y me había “autorizado” a mí misma a
hacer una pequeña pausa, me dediqué a “googlear” (procrastinar) a los
expositores, hasta que me encontré
con que uno de ellos ya tenía en exhibición algunas de sus fotografías: “La
primavera árabe”.
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Barrio Santa Coloma de Gramanet (mi cámara del móvil logró algunas imágenes) |
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Idem. |
Convencida de darle un vistazo a este trabajo, el jueves
pasado por la tarde terminé viajando hasta casi la última estación de la Línea
1 del Metro, a Santa Coloma. ¡Qué
barrio tan bonito! Todo un
descubrimiento. Me enamoré,
subí por una plaza en dirección al Centro Cultural. Estaba llena de niños corriendo, algunos papás, algunos
abuelos. Los hermanos
mayores en patineta, terracitas con mesas, callecitas de esas de piedra en las
que apenas si pasaría un coche.
¡Cómo no llevé mi cámara! Así que antes de entrar a ver la exhibición, me
perdí por las callecitas del barrio y me senté en el parque a ver la gente
pasar. Tengo que volver con mi cámara y seguro que habrá entrada del blog
dedicada a este barrio al que llegué por accidente.
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Centro Cultural Can Sisteré |
Una vez que disfruté del paisaje de Santa Coloma de
Gramenet, entré al Centro Cultural Can Sisteré. La presentación del recorrido da un breve resumen de la vida
del fotoperiodista Samuel Aranda. Desde sus 20 años se ha dedicado a viajar por el
mundo para fotografiar los “grandes conflictos humanitarios”, ha trabajado para
medios como El País, El Periódico de Catalunya, La Vanguardia, Le Monde, Geo y
The New York Times (actualmente
trabaja con este último en un proyecto sobre los desahucios en España, hay
algún adelanto en www.samuelaranda.net).
Mientras veo una de las fotografías del conflicto en Libia un niño y su madre pasan a mi lado. El niño pregunta: ¿y eso qué es mamá? La madre: Un
colegio que lo han destrozado. El
niño: ¿Pero quién lo ha destrozado?..(Silencio.)
Muy cerca de esta imagen, hay una en que unos 8 civiles se
esconden en una calle de piedra, algunos de ellos toman piedras del suelo o
botellas para protegerse. Al fondo
y en avalancha se aproximan los soldados; Túnez. Siguiendo un poco más el
recorrido, un mar de túnicas blancas, de rodillas y con sus cuerpos sobre el
suelo, descalzos, haciendo una reverencia para dirigir una de las oraciones del
día; Egipto. Casi inmediatamente después de esta
imagen, me tropiezo con una en la que hay un tanque en medio de una plaza, la
gente camina por ahí, porque es parte de su trayecto, caminan esquivando el
tanque, como si fuera parte natural del paisaje, como si el tanque fuera una
fuente de agua en medio de la plaza; Egipto.
Conforme me paseo por la exhibición voy descubriendo miradas
de todos los tipos, las de miedo, las de expectativa, las de nostalgia, las de
tristeza. Algunas me miran
directamente a través de los dos cristales que nos separan, otras me esquivan y
otras me ignoran. Sin embargo, hay
algunos brillos de esperanza. “La
primavera árabe”, aunque ha sido un proceso con costos humanos muy altos, es
una reacción a los regímenes totalitarios que han dominado la región, y una
búsqueda de instaurar gobiernos democráticos.
Cuesta mucho pensar en qué decir ante imágenes como esta,
imágenes que no son una estadística o un número en el noticiero, son imágenes
con rostros reales, con miradas reales, con sentimientos reales. Es una realidad que asusta, que
conmueve, que en muchos momentos lo hace sentir a una impotente.
Camino un poco más y me detengo ante unos hombres sentados
en una acera, la calle sucia, ellos heridos, cada uno tiene alguna venda, a la
derecha uno de ellos coloca la venda a su compañero; Egipto. Cruzo
el pasillo y veo unos deditos entrecruzados, unos niños en la parte de atrás de
un camión; Libia. Al frente, una madre, su hija mayor y
su hija menor. Las tres
protestando en la calle; casi las únicas mujeres protagonistas en estas fotografías. La hija menor con unas medias de rayas
y un cartel en el que hay dibujado un misil, la hija mayor lleva un cartel con
un tiburón que muestra sus dientes; Libia.
Acompañando toda esa artillería hay hombres, mujeres,
jóvenes y niños. Cada una de estas
imágenes viene acompañada de un corazón que probablemente no quiere estar ahí y
desea que la situación en la que viven cambie.
Finalmente llego a la fotografía que hizo a Samuel Aranda
ganar el Premio World Press Photo
2011. Una mujer vestida de negro,
con una burka que la cubre absolutamente, apenas si podemos ver un poco de luz
que nos indica que ahí está su nariz.
Tiene unos guantes blancos con una flor tejida en la parte que llega a
la muñeca de la mano. Se puede ver
un poco de piel entre el guante y su burka. En sus brazos sostiene a su hijo, quien está prácticamente
desmayado, con gotas de sudor revueltas con sangre, con un gesto en su cara de
dolor y fatiga. La madre le
sostiene el rostro con una mano y con el otro brazo lo rodea. Esta fotografía fue capturada en un
hospital durante las luchas desatadas en Yemen en contra del presidente Alí
Saleh.
Este conjunto de imágenes me transportaron a una realidad
que a veces parece imposible. Pensar en cambiar el mundo o parar una guerra es
difícil, muchas veces este tipo de encuentros con la realidad llenan el cuerpo
de impotencia y frustración. Pero
también las pequeñas cosas son importantes, como documentar estos momentos,
denunciarlos y compartirlos.
La exhibición “La primavera árabe” abrió en el Centro
Cultural Can Sisteré una ventana a otra geografía, a otra realidad. El fotógrafo en algunas de sus
entrevistas se plantea como proyecto regresar a estos países para documentar la
transición después de estos procesos y así dar continuidad a lo que se presentó
en esta exposición.
Me fui a dormir con una sensación incómoda e inquieta, a lo
mejor el niño y su madre, con quienes me encontré en la exhibición, también se
fueron a dormir inquietos, sin aun poder responder a la pregunta:¿Pero quién
lo ha destrozado?