jueves, 18 de octubre de 2012

Camino a La Vall de Boí...no importa el jet lag


Esta es la primera vez en mi vida que estoy con Denise en Barcelona y que nos vamos de paseo juntas de este lado del mar.  Esto, a pesar de que ella lleva ya casi ocho años en esta ciudad.  Hasta ahora yo no había podido viajar y visitarla, así que como las medias tintas parece que no son lo mío últimamente, me vine a vivir y estudiar un año a Barcelona, lo que evidentemente supuso un reencuentro que ya no se podía postergar más.
Hace un año me preguntaba mucho sobre las primeras veces, a pesar de que treinta años no son tanto, pero ya treinta y uno me provocaban ciertas certezas, algunas de ellas incómodas, como pensar en que las “primeras veces” se agotan,  ¿cuántas primeras veces iba a tener durante el resto de mi vida?  Un día una se despierta y hace lo mismo que hizo el día anterior.  Y esa estabilidad también tiene su encanto, a mí me gusta, no lo voy a negar, pero un día la angustia de no tener primeras veces me llenó el corazón y superó la tentación de la seguridad que provoca saber qué hacer con puntos y comas el día siguiente.

Apenas poniendo un pie en mi nueva ciudad,  sin ni siquiera tiempo de superar el jet lag, nos fuimos de paseo a La Vall de Boí, un pueblecito en las afueras, muy afueras, diría yo, de Catalunya con mi gran amiga Denise.

Por primera vez usé mi nuevo mochilero verde en un viaje de este lado del Atlántico (la primera vez que lo usé fue para despedirme del Caribe costarricense antes de iniciar este viaje, bueno, y lo traje colgando desde Costa Rica lleno de café pero eso no cuenta…).  Escogimos La Vall de Boí porque queríamos ir a un lugar nuevo para las dos, y éste era uno de ellos.  Alquilamos un carro y me dispuse a manejar por primera vez en España, atravesando Barcelona y luego cruzando Los Pirineos (qué susto!).
Carretera hacia La Vall de Boí

Los Pirineos: sección de Túnele
El paisaje durante el recorrido, antes de iniciar la subida de Los Pirineos,  tiene cierto parecido con los altiplanos en Perú, y Los Pirineos un cierto aire de la cordillera de los Andes.  Como estos eran dos lugares que ya he visitado, el susto de las curvas y los precipicios lo pude superar más rápidamente.  La vez que crucé manejando  Los Andes, recuerdo que en algún momento hubo una pendiente al lado de un precipicio tan impresionante, que tuve que conducir el coche por media calle, pero además, la sensación de vértigo me provocaban ganas de bajarme del carro, dejarlo tirado y bajar arrastrada, 'panza abajo' aquella pendiente.  En aquel momento respiré profundo, mis compañeras de viaje me hicieron porras y nada de lo que deseé sucedió, simplemente muy despacio conduje el auto hacia el final de esa pendiente.  Los Pirineos esta vez, tuvieron la ventaja de esa experiencia, y una gran copiloto que no permitió que me asustara nunca, ni de las curvas, ni de las pendientes (esto puede ser leído como metáfora si desean).

El jabalí herido


El camino tuvo dos incidentes importantes, el primero fue que nos encontramos con un jabalí herido en la carretera.  Esta fue la primera vez que vi un jabalí en libertad.  El pobre estaba tratando de cruzar la carretera, pero le dolía tanto que lo hacía muy despacio, por lo que hubo una pequeña congestión vial.  Mi impulso al ver el jabalí fue bajarme e intentar empujarlo a la orilla de la calle para que no corriera más peligro, ni él, ni otros coches que pudieran chocar con él,  pero Denise insistió en que era un animal salvaje y peligrosísimo.  Yo por mi parte, pensaba que podía ser tan fácil como empujar una gallina.  Finalmente, Denise me convenció y tuvimos que pasar de él y desearle suerte en esa cruzada que era cruzar la calle.

Río Noguera Ribagorzana

El segundo incidente fue un golpe brutal dirigido a nuestra mirada, un golpe que nos dejó sin aire.  Ahí en medio de las montañas, abajo del precipicio: el Río Noguera Ribagorzana.   Ahí estábamos Denise y yo, paralizadas delante de aquella inmensidad, felices por estar ahí, felices por el reencuentro.

Según el Tom-Tom, en algunos casos apodado Tomtonto, el viaje hasta el Vall de Boí duraría 4 horas.  Nosotras nos tardamos un poco más, esto responsabilidad del jabalí, el río, algún café con muffin e infinitas conversaciones en medio del camino.  Además, yo manejé despacio, esta era la primera vez que tenía en mi cara unas vistas como aquellas, así que le regalé a mis ojos una comida en cámara lenta, muy lenta.






4 comentarios:

  1. Mi amora!!!! qué gusto que nos permitás acompañarnos en este, tu reencuentro con la escritura, y en tu re-encuentro con las primeras veces. Para tu placer, debés saber que ese efecto que causan las primeras veces, lo detonás continuamente. Quiero más, quiero más!!!!!!

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    1. Majito ya habrá más!!! las primeras veces deberían ser una obligación diaria en la vida de todos!
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  2. Majito ya habrá más!!! las primeras veces deberían ser una obligación diaria en la vida de todos!

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  3. Mi amor... te adoro. Todo va a estar perfecto, con nosotras no puede ni jabalíes, ni bueyes ni bichos varios. BIENVENIDA.

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